Un blog desde la diáspora y para la diáspora

lunes, 3 de enero de 2005

Reizabal | Dobles Gudaris

Este escrito nos ha sido enviado por correo electrónico:

Dobles gudaris

Alvaro Reizabal

Fue en el tórrido setiembre de los 80. Se caían las moscas de la caló y para eso, qué mejor que unas cañas, que nos tomamos en el vano intento de aliviar la canícula. Llegó el momento en que sientes que puede reventarte el vientre, así que decidimos hacer café-torero y pasar a degustar los ricos caldos de la tierra, que también se toman fresquitos y no llenan tanto. Callejeando sumidos en el delicioso sopor que provoca el fino, fuimos a dar con el barrio de Triana, cuna de tantas figuras del arte de Cúchares, de inmensas tonadilleras, y barrio popular donde los haya. Nos hizo gracia llegar a aquel sitio del que tantas veces habíamos oído hablar en el NODO. Iba a decir que llegamos sin comerlo ni beberlo, pero quizá esta afirmación no es exacta. Y entramos a un garito de lo mas auténtico, para conocer el corazón de la Sevilla profunda. Mostrador, mesas, y parroquianos hablando a voz en grito y consumiendo tomate en rodajas con aceite de oliva y sal, generosamente regado por un vinillo dorado. Así que pedimos para nosotros un par de finos. ¡Qué pollo se armó!

En primer lugar fuimos informados de que aquello no era un establecimiento abierto al público, sino la Cofradía de la Santísima Virgen de los Nuevemil Dolores por Contracciones de Parto. Pero eso era lo de menos, porque quedábamos invitados por nuestros hermanos Cofrades. Lo grave era que habíamos tachado de fino a lo que era auténtica manzanilla de Sanlúcar, sin comparación posible con el fino, que es manzanilla revenida. Tras pedir disculpas por nuestra ignorancia pasamos a formar parte del ritual: rodaja de tomate, mirada al enorme mosaico con la imagen de la Superdolorosa y al grito de ¡Va por ti Virgencita! ingesta colectiva y de trago de un pelotazo de la mejor manzanilla, recién llegada de Sanlúcar. Hasta acabar prometiendo que volveríamos para llevar a pulso las andas de la Madonna en Semana Santa, mientras abandonábamos aquel peculiar Gaztelubide con innegables dificultades.

La fe nos había perdido. Pero no siempre tiene que ser la fe la que produzca estas disfunciones. Sin ir mas lejos, el otro día me puse a guisar unos hongos congelados de la cosecha veraniega de Zigor. Me serví un txikito de clarete fresquito en un vaso que el Olentzero de mi colega Pasteles me regaló con el Euskal Presoak Euskal Herrira grabado. Alcé el vaso y brindé: por aquellos que defiendo, por los que me aguantaron cuando me tocó vivir con ellos y por los que no conozco. Emocionado. Al cabo de un rato de mimar la seta, otro trago. Sin virgencita. Por ellos. Cada vez más emoción, más deseos de rebelión. Resultado similar al sevillano: al final gudaris dobles. Pero no me arrepiento. Sigo brindando por ellos. Euskal Presoak Etxera! -

 

 


.... ... .

No hay comentarios.:

Publicar un comentario