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domingo, 11 de marzo de 2007

Garaikoetxea y el 18/98

Aunque usted no lo crea, el alguna vez lehendakari Carlos Garaikoetxea tiene una opinión acerca del 18/98 y la ha compartido en Deia:

El 18/98, exponente de un clima político

Carlos Garaikoetxea

Por fin, parece que ya toca a su fin ese juicio tumultuario que ha hecho tristemente célebre al sumario 18/98. Quien más, quien menos, conoce en este país a algunos de los penitenciados en esa especie de auto de fe por el que han desfilado periodistas, promotores de medios de comunicación, objetores de conciencia, activistas del euskara y gentes de muy diversa condición arrojados al saco común del filoterrorismo. Algún caso resultaba tan escandalosamente absurdo, que ha resultado inevitable algún descarte previo, no sin haber sufrido previamente un severo vía crucis, por el que nadie le resarcirá. Pero a quienes conocemos a algunos de los penitenciados, nos ha producido gran estupor esa persecución judicial y no puede menos que asaltarnos una rotunda certidumbre: aun asumiendo, una vez más, a efectos puramente dialécticos, que existiera en ese variopinto colectivo de imputados algún pecador, este auto de fe ya sería una barbaridad digna de los mejores tiempos inquisitoriales al llevarse por delante a gentes cuyo desvarío ha consistido en trabajar en actividades como las arriba citadas, sujetas a una presunción de culpabilidad colectiva, es decir, a la más antijurídica de las presunciones. El "caso Egunkaria", perteneciente a otro sumario, es el más claro exponente de tal conclusión.

El encabezamiento de este artículo pretende, por ello, llamar la atención sobre la alarmante degradación democrática que se ha producido en la vida política en estos últimos años y que ha constituido el caldo de cultivo ideal para que florezcan procesos como el que nos ocupa, u otros tan escandalosos como los que afectan al propio lehendakari Ibarretxe y otros dirigentes políticos en el ejercicio de sus funciones que, en todo caso, ya tendrían su pertinente enjuiciamiento en el propio Parlamento, sin interferencias tan pertinaces como las que se arroga el poder judicial, alentado por reformas legislativas que le permiten trabajar con manga ancha. Alguien define este clima como producto de la inefable era Aznar, pero en honor a la verdad, hay que agradecer tanto a la derecha, como a la izquierda española que hoy gobierna, haber consensuado reformas legislativas y, en general, este nuevo "mcarthysmo" carpetovetónico que anima éstos y otros procesos.

Por eso, resulta descorazonador que Zapatero y su Gobierno, tan osados en algunos asuntos internacionales o en los relacionados con temas de moral y costumbres, sean incapaces de corregir sus yerros en pactos antiterroristas, leyes de partidos etc., mientras observan las aberrantes consecuencias de sus pasados consensos con la derecha en estas materias. Una vez más, como en la historia del aprendiz de brujo, el monstruo que contribuyó a crear el PSOE con el PP está devorando ya al propio Zapatero y a los suyos. Esa enorme marea reaccionaria que se hace presente en las continuas manifestaciones que organiza en su contra la derecha, adornadas con banderas franquistas y saludos a la romana, son el mejor exponente de una involución antidemocrática que Zapatero debe detener cuanto antes, corrigiendo sus propios errores y derogando leyes que nunca debió impulsar. Las que, entre otras cosas, posibilitan actuaciones jurídicas como las que criticamos, y espectáculos del poder judicial tan poco edificantes como los que observamos a diario, en los que las sentencias de los más altos tribunales, o las resoluciones del Consejo General del Poder Judicial, suelen depender de la relación de miembros designados por el PP o el PSOE… Mientras, quienes no han tenido ocasión de proponer a tan ilustres representantes deben confiar con la fe del carbonero en la incuestionable imparcialidad de tan altos magistrados y, por supuesto, en la ausencia de cualquier inspiración política que influya en sus decisiones…

En medio de este clima enrarecido, en el que las fuerzas de la reacción se envalentonan en las calles como no sucedía tiempo atrás y el debate político adquiere tintes antidemocráticos de una agresividad preocupante, no está de más hacer un llamamiento especial para que estos sumarios, como el "Egunkaria" o el "18/98", frutos de una era política como la descrita, sean resueltos de acuerdo con la estricta razón jurídica, y, por tanto, despojados de la carga política que los ha lastrado desde sus orígenes.


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