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viernes, 3 de agosto de 2007

Banderas Ignífugas

Este escrito nos ha llegado vía correo electrónico el día de hoy:

Xabier Silveira | Bertsolari

Banderas españolas

Las banderas son trapos de colores, cantaba Evaristo desde su razón. «Bandera trapu bat da haizerik ez badabil», decía Dut sin compasión. La triste semántica de los símbolos continúa abierta, cual herida necesitada de sal a la que cualquier putero penetra. Ahora son los jueces los que -como muchas otras veces- disfrazan de ley lo que no es más que ocupación militar. Y fiel reflejo de la realidad. Los edificios oficiales de la Eusko Jaurlaritza de Josu Jon Imaz están obligados a plantar un mástil a sus puertas para que la rojigualda pueda ondear al lado de la ikurriña que inventó Sabino Arana. No sé a santo de qué, pues hasta ahora hace la una de sinónimo de la otra.

Recuerdo que era 8 de julio, vete tú a saber de qué año, ya que era en las txosnas de Iruñea en sanfermines, y recuerdo, decía, que en una de ellas me compré una ikurriña, por quinientas pesetas, que llevaba grabado en medio «jo ta ke». Mi acompañante, uno de aquellos habilidosos de la rotaflex a los que tan pronto dimos fama como los olvidamos -puede que por ello acabara Ibai compartiendo celda con Bautista Barandalla; el olvido los arrejuntó- casi me escupe. Nuestra bandera es el arrano beltza, me dijo con ojos chinados y cara de terremoto en Itoiz. Entonces recién los habían dejado salir de prisión, y ahora, casi diez años después, juzgan a la semilla que ellos, los Solitarios, sembraron. Pero a lo que íbamos, que la bandera española e muito inportante.

El águila que enviaba el dios Sol a controlar a los nabarros del neanderthal -esto también lo recuerdo, ¡qué memoria la mía!-; además de ser pionera y dar comienzo a la ola de control social que ahora nos ahoga, se convirtió en protagonista del telar que hiciera de estandarte del Reino de Nabarra durante siglos. Pero el tiempo todo lo cambia y cuando no, ahí están las armas. Entre sangre, por un lado nabarra y por otro -no íbamos a ser menos- hispana, el arrano que en los controles de la Benemérita llaman «el pollo» se transformó en águila imperial, y así luce, saca pecho, sobre lo poco de amarillo solar que persiste entre dos charcos rojos.

En las banderas oficiales se la guardan, la imperial de Franco digo, pero la practican, y es lo que cuenta. Como los pupilos de Imaz y Urkullu, que el piperpoto se lo guardan y, sin embargo, lo practican; y bien que cumplen los muy... Paso de problemas.

En Arkaute la española quedará como dedo en culo, a medida, eso seguro; a ver si a sus rambitos les ponen también una banderita en el uniforme y así queda todo claro. Y es que España nos tiene rodeados, hasta el punto de que eso es lo que somos, unos putos españoles. Nos han de poner una en cada casa, que diría el Txubi, pero bueno.

De sobra es sabido para qué son -y no es precisamente para que ondeen- las banderas españolas. Por eso las hacen ignífugas.

 



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