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miércoles, 14 de mayo de 2008

Poli Bueno Poli Malo

Este artículo ha sido publicado en Izaro News:


España, jugando a poli bueno-poli malo con los vascos

José María Chacón

Después de la Fiesta de la Rosa, por si a alguien le cabía alguna remota duda al respecto, creo que ya podemos tener totalmente claro cuál es la alternativa que supone el actual presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, para Euskadi. Al final, su propuesta para los vascos es exactamente la misma que la de José María Aznar y, en definitiva, la misma que nos proponía Francisco Franco: los vascos disfrutaremos de los mismos derechos y libertades que los españoles (ahora democráticos, antes no), siempre que aceptemos que esos mismos españoles nos impongan su soberanía, su identidad nacional y su idioma.

Mientras los vascos aceptemos disolver nuestra identidad en la que nos quieren imponer desde Madrid; mientras aceptemos que los españoles nos pueden imponer su idioma como único obligatorio, y que el nuestro ha de conformarse con un papel secundario, como exótica alternativa opcional; mientras los vascos aceptemos que los españoles son los únicos que tienen el poder político y la legitimidad para imponernos la legislación que consideren oportuna para garantizar su eterna prevalencia ... mientras los vascos aceptemos todo esto sin rechistar, éllos tratarán a nuestros representantes políticos con condescendencia y nos dejarán disfrutar del grado de libertad democrática que a éllos les venga bien concedernos. De lo contrario, ahí están la Guardia Civil, la Audiencia Nacional, los medios de comunicación de persecución y, en última instancia, si hiciera falta, otro GAL, ya sea Verde, Azul o negro.

Ha dicho Zapatero que escuchará a Ibarretxe, y que le propondrá diálogo, negociación y respeto ... siempre que Ibarretxe acepte los límites y los objetivos políticos que le imponga el presidente español. Exactamente, lo mismo que proponía Aznar, con la única diferencia de que éste lo hacía a dentelladas. Poli bueno y poli malo, como en las malas películas. La estrategia de Aznar concluyó en el intento de asalto de las elecciones autonómicas de 2001. La de Zapatero lo hará con un asalto “light”, que pasa por someternos a una campaña mediática de desgaste, llena de expresiones amables -“democracia”, “libertad”, “diálogo” o “respeto”-, y especialmente por meternos en la cabeza la idea de que los vascos -pero sólo los de la CAV- no debemos ser “patriotas”, sino “ciudadanos”.

Una reclamación que, sin embargo, no vale para los españoles, como nos han demostrado las celebraciones del 2 de mayo. Ni tampoco para los vascos de Navarra, de modo que acepten como normal que, en nombre de la patria española, el PSN-PSOE y UPN-PP se juramenten para alejar de las instituciones a los navarros que no piensan o sienten ese mismo patriotismo. O sea, que lo de ser patriota está muy bien, excepto para los vascos que no se sienten españoles.

Dice también Zapatero que Ibarretxe tiene que hacer lo que ha hecho él mismo con el Lehendakari de los vascos. Y yo digo que tiene razón: Ibarretxe tiene que ofrecer a los partidos españoles en Euskadi entendimiento y diálogo, como ha hecho Zapatero con él, para a continuación dejarles claro que ese entendimiento y ese diálogo tienen como límite ... sus propios objetivos políticos, y que de no aceptar el PSE o el PP los objetivos políticos de Ibarretxe, serán estos partidos quienes estarán incurriendo en un comportamiento antidemocrático. Es cierto, Zapatero nos marca el camino.

Otra incoherencia de Zapatero reside en su insistencia a Ibarretxe para que busque un acuerdo en Euskadi, con los partidos vascos, y en especial con el PSE ... pero con los límites a ese acuerdo que marquen el PSOE y el PP desde Madrid. Si el campo de juego y los límites del acuerdo los establece Madrid, ¿para qué demonios sirve una negociación en Euskadi? Es más, según los planteamientos de Zapatero y Patxi López -y no digamos del PP-, el acuerdo que hubiera de alcanzarse en Euskadi tendría que ser enviado después al Congreso español para que, una vez allí, fuese adecuadamente “cepillado” por los grandes partidos españoles. Por tanto, insisto, ¿de qué demonios sirve alcanzar un acuerdo entre los partidos vascos en Euskadi?

Esta estrategia española es de objetivos diáfanos, y, talantes aparte, ha sido la misma con el PSOE y con el PP. Se trata de imponer el “veto” en Euskadi, en nombre de la transversalidad, y el “cepillado” en Madrid, en nombre de la democracia española (este punto es vital, ya que para PSOE y PP, si no es española, no es democracia) y la solidaridad. El resultado siempre es el mismo: los españoles nos imponen sus objetivos políticos y nos prometen que, si nos portamos bien, serán buenos con nosotros.

Frente a esta estrategia de imposición, los partidos del Gobierno vasco, con el Lehendakari al frente, proponen alcanzar, mediante una negociación honesta, sin vetos ni cepillados tramposos, un acuerdo que satisfaga a las dos partes, no sólo a la española. Y propone que el acuerdo que así se alcance se cumpla también honestamente, evitando que ocurra lo sucedido con el Estatuto de Gernika.

Contrariamente a lo que mantienen los medios de comunicación españoles, son los partidos del Gobierno de Ibarretxe los que proponen que se alcance un acuerdo entre los partidos vascos. Pero de verdad, no como el que proponen Zapatero o López. Dado que todos sabemos que en los partidos españoles quien manda es Madrid, si PSOE y PP quieren un acuerdo negociado en Euskadi, que sea así con todas sus consecuencias: que se reconozca que los representantes vascos del PSOE y PP representan a estos partidos, y que el acuerdo que se alcance aquí sea luego aceptado, sin cepillados, en Madrid. Nadie pretende obviar al Congreso español. Lo que no se acepta en Euskadi es que se utilice este trámite para someter al acuerdo a un segundo cepillado, que al final desvirtúe su capacidad para garantizar un acuerdo vasco por la convivencia y quede, otra vez, reducido a un mero pastiche nominal, a un simple soporte legal que legitime, una vez más, los objetivos del nacionalismo español.

Finalmente creo que es necesario aclarar una cuestión que se ha convertido en central en el discurso del PSOE y que me consta solivianta a mucha gente en Euskadi. Se trata de la insistencia socialista en la idea de que la propuesta de acuerdo de los partidos del Gobierno vasco “divide” a la sociedad vasca. Puede que sea esa la percepción de un nacionalista español, que preferiría que la totalidad de los vascos pensaran como los votantes del PSOE o el PP. Pero ocurre que para la mayoría democrática de los vascos, lo que provoca división es la imposición que, por las buenas o por las malas, encabezada por Zapatero o por Aznar, nos llega desde Madrid de la mano del PSOE y el PP. Mucho discurso sobre ciudadanía, solidaridad, diálogo y entendimiento, pero ocurre que si la mayoría de los vascos se niegan a aceptar la imposición de la minoría españolista, es que están promoviendo “la división” de la sociedad. La desvergüenza que muestra este discurso tan caro a Zapatero y López es de dimensiones telúricas.

Hace mucho tiempo que los partidos vascos se han mostrado favorables a poner fin al enfrentamiento político motivado por el choque de identidades mediante un acuerdo político. Ninguno de ellos, excepto tal vez los del MLNV, defiende estrategia alguna de ruptura. Todos están dispuestos a alcanzar un acuerdo que ponga fin a esta situación de impasse. Sin embargo, en Madrid manda el inmovilismo y el enroque nacionalista. Un acuerdo como el que propone Zapatero, que sigue dejando en manos del gobierno español la potestad de decidir unilateralmente el destino de cualquier fórmula estatutaria y que se niega a reconocer la existencia de una identidad nacional vasca, a pesar de que es solicitada por la mayoría democrática de los vascos, es sencillamente suicida para los vascos, porque PSOE y PP han demostrado sobradamente su intención de utilizar esa capacidad para reducir el autogobierno vasco a cero. Es sólo cuestión de tiempo. Mientras los españoles se empecinen en este objetivo, la convivencia normalizada será imposible, y ETA seguirá utilizando esta imposición a su favor.



El escrito es bueno a pesar de ese último párrafo que mas bien parece imposición editorial.

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