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martes, 14 de abril de 2009

José Martín Elizondo

Este artículo ha sido publicado en Noticias de Gipuzkoa:

El teatro como compromiso político

Hace dos meses, en un sencillo pero emotivo acto, la localidad francesa de Revel despidió al dramaturgo vasco José Martín Elizondo. Su muerte puso punto final a seis décadas de exilio en los que la cultura se erigió, contra el franquismo, en un "arma cargada de futuro"

A mediados de febrero, entre poemas de León Felipe y Luis Cernuda y con música vasca entonada por el Orfeón Donostiarra de fondo, el dramaturgo vasco José Martín Elizondo recibió su último adiós en la Iglesia de Notre Dame de la localidad francesa de Revel. Fue, sin actos litúrgicos, una despedida a su estilo. Sencilla, pero entrañable. Íntima. Un acto emotivo de adhesión a su manera de entender la vida y de admiración a su figura y trayectoria. A esas más de seis décadas en el exilio luchando, a través del teatro, contra el franquismo y a favor de unos ideales. A todos esos años de entrega a una pasión, el arte, y de compromiso, el de hacer de ese arte un medio para alcanzar un fin más justo.

Porque, si algo caracterizó su vida, fue el sentido responsable con el que vistió cada una de sus obras. "Fue siempre un hombre agradecido con la tierra que lo acogió. Pero nunca quiso la nacionalidad francesa, a pesar de las muchas ventajas que este paso le hubiera proporcionado. Por convicción y por compromiso, fue fiel a su origen y asumió responsablemente su destino. Se sintió orgullosamente un vasco-español que vivía en Francia con el ideal de mantener una lucha política contra la dictadura franquista a través de la cultura", explica el historiador y profesor de la Universidad de Deusto José Ángel Ascunce.

En su opinión, para Elizondo el escenario fue siempre "un arma cargada de futuro" y un medio idóneo para reivindicar "la razón humanística de la democracia". "El teatro fue su tabla de salvación emocional y su campo de trabajo. Igualmente, fue una forma de defender la memoria, una manera de asumir un compromiso político y cultural y, también, un medio de vinculación afectiva y espiritual con la tierra madre. Frente al teatro de la intrascendencia y de la evocación, él proclamaba y defendía otro comprometido con el hombre y con la sociedad", comenta. Su despedida en Revel fue, por todo ello, un acto de homenaje a él y de reconocimiento a su teatro.

Primer exilio | Huida de la Guerra

Nacido en Getxo en 1922, Elizondo fue uno de los miles de niños evacuados al exilio durante la Guerra Civil. Huérfano de madre desde que contaba con un año y medio, partió a Francia desde la localidad navarra de Puente la Reina, en la que había iniciado el bachillerato y a la que había llegado tras varios años de feliz infancia en Donostia junto a su padre. Ese primer exilio, sin embargo, apenas duró un verano. Al poco tiempo de irse, Martín fue devuelto a la España nacional, donde inició un camino difícil y en soledad. Su padre, combatiente republicano, permaneció en el frente de batalla hasta su huida, en 1939, al exilio en México. Nunca más se volverían a ver.

Pero, precisamente el deseo de hacerlo, motivó la segunda experiencia extranjera de Martín. Obsesionado con el encuentro de su progenitor, y después de haber iniciado los estudios de Filosofía y Letras en Valencia, cruzó clandestinamente la frontera en 1947. Sin saberlo, iniciaba un camino en el que ya no habría marcha atrás. No hubo reencuentro, pero tampoco regreso. Francia fue desde entonces su nuevo hogar.

Tras unos primeros años complicados en los que ejerció un sinfín de trabajos -desde estibador hasta obrero de una fábrica de maquinaria agrícola-, fue contratado como profesor de castellano en un instituto religioso de Lille, desde donde realizó diversos viajes a París. Allí, con el paso del tiempo, trabó amistad con la elite del Gobierno Vasco y descubrió el mundo de la farándula, su gran vocación.

Asentamiento en Toulouse | Consagración artística

Tras un periodo en Lille, y después de alojarse también en la localidad de Auch (varió su residencia porque su precaria situación física le hizo necesitar un cambio de clima), comenzó a trabajar como profesor en la Escuela de Magisterio de Toulouse. Y, en la llamada capital del exilio republicano , consagró su trayectoria artística, aquella que le llevó a convertirse en referente y objeto de estudio por parte de la crítica francesa.

En 1959, fundó la compañía Amigos del Teatro Español (ATE), un grupo ideológicamente heterogéneo, pero políticamente muy unido. "En la diversidad, todos se hallaban unidos en la lucha contra el franquismo. Todos, como Martín Elizondo, asumían las formas del teatro como su arma más válida de lucha y oposición", afirma, sobre este colectivo, Ascunce. Según precisa, en la ATE actuaron también, a partir de la década de los 60, grupos españoles provenientes de la emigración. "Y también se unieron estudiantes franceses. Todos ellos encontraron un medio para exteriorizar sus ideales políticos y para exponer sus inquietudes humanistas", añade.

Entre otros trabajos, Martín Elizondo dirigió desde la ATE obras del calado semántico de La vida es sueño , Luces de bohemia o El labrador de más aire . Además, la compañía posibilitaba que grupos del llamado Teatro Independiente español (como Tábano, Esperpento o La Cuadra), con grandes dificultades de representar su dramaturgia en su país a causa de la censura, pudieran dar a conocer sus obras y montajes.

Todo ello sirvió para catapultar la labor dramática de la ATE, que tomó parte en prestigiosos festivales, y del propio dramaturgo. "Como director escénico, tomó conciencia de los vacíos dramáticos que presentaba la comedia y sintió la necesidad de dar forma escrita a un teatro en consonancia con sus inquietudes y con su ideología", asegura Ascunce.

Desde sus orígenes, el teatro de Elizondo respondió a dos líneas temáticas nítidamente trazadas: la sociopolítica (con obras como Numantina o Durango ) y la existencial (Picasso, reino milenario o La ópera sorda , entre otras). A su muerte, toda su producción (cerca de 50 títulos), toda su obra, estuvo presente en la Iglesia de Notre Dame. Porque, aunque él ya no pueda defender sus ideales, sus obras sobrevivirán para hablar, siempre, en nombre de él.






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