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martes, 15 de mayo de 2012

Cronopiando | El Cuento de la Justicia

Les compartimos el más reciente texto de Koldo Campos:


Koldo Campos Sagaseta
 
El cuento de la Justicia
Había una vez un ministro de justicia español llamado López Aguilar que, para mejor calzar la ley con su criterio y evitar que los presos vascos recobraran la libertad, así ya hubieran cumplido las condenas que él mismo les impusiera, decidió que a esos presos se les “construyeran nuevas imputaciones.”
Había una vez otro ministro de justicia español llamado Mariano Fernández Bermejo que, cuando se cansaba de evacuar sentencias, salía de cacería a matar animales sin disponer siquiera de licencia, menos aún de discreción, en compañía de otros amigos y honorables jueces como el versado en monterías Baltasar Garzón.
Había una vez un presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial español, llamado Carlos Dívar, que cuando se aburría de atender tantos asuntos y despachos, aburrimiento que acostumbraba a comenzar los jueves, daba inicio a su “semana caribeña” por Marbella, a donde trasladaba su agenda de reposo, sus siete guardaespaldas, sus coches oficiales, sus más íntimas cenas, y cargaba las cuentas al Estado.
Pues bien, este no es el cuento que prometí en el título sino la crónica diaria de una justicia que castiga la opinión con la cárcel y amnistía fraudes fiscales, banqueros y duques; que ha convertido la resistencia pacífica en desacato y que sanciona como organización criminal la movilización; y que ha transformado la cadena perpetua que no existe, en “condena indefinida”. Este no es el cuento sino la insoportable agonía de un monarca que, desde que se lo permiten sus safaris, pronuncia frases tan elocuentes como: “la Justicia es igual para todos”, la historia de un país que se desploma y al que le deseo suerte y, sobre todo, que no salpique.
El único posible relato que nos queda es el que estamos escribiendo y que, no importa los oráculos mientan que es un cuento, habremos de convertir en nuestra historia, sin brujos entogados ni coronados necios. Si acaso, en esa historia habrá una niña, una puerta abierta, un viejo árbol, un abrazo en la calle, una mesa común y una mano fraterna.


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