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viernes, 13 de febrero de 2015

Entrevista a Idoia Filloy

Revisitamos el tema de la embestida en contra de los hallazgos de Iruña-Veleia con esta entrevista publicada en La Tribuna del País Vasco:



Arqueóloga y Máster Universitario en Patrimonio histórico, Idoia Filloy Nieva fue codirectora de las polémicas excavaciones de Iruña-Veleia (Álava) entre los años 1994 y 2008. Directora de diversos proyectos  arqueológicos en yacimientos de época prerromana y romana como los de “Las Ermitas”, “Carasta”, “La Iglesia” o “El Riberón”, también es autora de diversas publicaciones sobre las épocas prerromana y romana.

Ahora, casi diez años después de que surgiera la polémica sobre la posible falsedad de algunos de los restos arqueológicos hallados en la excavación, Idoia Filloy habla en exclusiva para "La Tribuna del País Vasco" sobre todo lo ocurrido con este yacimiento a lo largo de los últimos años. “Lo cierto es que en un tema como éste, es buena la perspectiva que da el tiempo transcurrido para volver la vista atrás y repasar, por un lado, los hechos documentados y demostrables y, por otra parte, la reconstrucción de los hechos que yo haya podido elaborar en base a diversos indicios obtenidos durante este tiempo”.

¿Cuál es su opinión sobre lo sucedido alrededor del yacimiento de Iruña-Veleia? 

En cuanto a los hechos, éstos fueron los que fueron e intentaré resumirlos, lo cual no es nada fácil. Además, creo que es bueno contextualizar el tema desde el principio, desde que tuvo lugar el hallazgo, sobre todo para aquellas personas que no lo conozcan, o lo tengan  olvidado, o que quieran conocer algo más que la versión oficial.

Durante el desarrollo de las excavaciones arqueológicas que estábamos llevando a cabo en el yacimiento de Iruña-Veleia, dentro de un proyecto de investigación bien consolidado iniciado en 1994 bajo la dirección de Eliseo Gil Zubillaga, aparecieron, fundamentalmente entre los años 2005 y 2006 y grabados sobre diversos soportes, una buena colección de unos 400 grafitos. Éstos aparecieron en distintos puntos del yacimiento y en diferentes secuencias estratigráficas, las cuales certificaban su datación en época romana.

Los grafitos contenían palabras y textos en latín y en euskera, fundamentalmente. Los había figurativos, y algunos contenían lo que parecían jeroglíficos de tipo egipcio. Las temáticas representadas eran variadas: vida cotidiana, cultura clásica, etc., si bien, quizás, la temática más destacable era la relativa al cristianismo.

El hallazgo era excepcional no sólo por la explosión gráfica en ámbitos cotidianos, sino porque tanto algunos dibujos como algunos epígrafes mostraban aspectos novedosos o poco documentados y conocidos de la Antigüedad en este territorio del norte peninsular. La aparición del euskera no sólo en palabras sueltas sino en forma de textos era también excepcional y, en mi opinión, la principal causa de la polémica que surgió de inmediato.

Y así fue. Tan pronto como se hizo en 2006 la presentación pública de los hallazgos, y no conociéndose apenas más que un número muy limitado de éstos, se generó una intensa polémica en diferentes foros de internet, no exenta de una dañina y, en mi opinión, probablemente organizada campaña de desprestigio hacia el equipo de arqueólogos del yacimiento y hacia la autenticidad del hallazgo. A ello se sumaron unas tempranas declaraciones en prensa de determinados lingüistas vascos que ponían en duda el hallazgo, siendo muy curioso el cambio de actitud de uno de ellos, Joaquín Gorrochategui, que unas semanas antes había comparecido en rueda de prensa con Eliseo Gil y Hendrike Knörr para certificar la aparición de los grafitos en euskera de época romana.

Dada la polémica que se estaba generando, y mientras el equipo de arqueólogos que habíamos hecho el descubrimiento procedíamos al estudio y documentación del material, Eliseo Gil, director de la excavación, propuso a la Diputación Foral de Álava llevar a cabo tres actuaciones como forma de solucionar científicamente el cuestionamiento mediático del trabajo realizado: crear una comisión internacional de expertos constituida por las máximas autoridades en cada una de las materias contenidas en los grafitos; realizar nuevas analíticas, y llevar a cabo excavaciones de control por parte de un equipo de arqueólogos independiente que verificara las secuencias estratigráficas identificadas por nosotros y que sirvieron como base para la datación temporal de los grafitos.

Así las cosas, a principios de 2008, Lorena López de Lacalle (entonces en Eusko Alkartasuna, hoy en Bildu), nueva diputada de Cultura,  ignorando el resto de las propuestas de Lurmen (empresa que gestionaba el yacimiento) constituyó una comisión de expertos muy alejada de la sugerida por Eliseo, ya que estaba integrada exclusivamente por profesores de la Universidad del País Vasco (UPV), a los que luego se añadió una asesoría externa.

De esta forma, muchos de los aspectos a investigar en los grafitos no contaban con un especialista que los estudiara. Por otra parte algunos de los miembros de la comisión ya habían expresado públicamente (tanto en prensa como, más encendidamente y bajo pseudónimos que ocultaban su identidad, en Internet) que los grafitos eran muy dudosos, en tanto otros podían tener manifiestos intereses en hacerse con la gestión del yacimiento (tal y como quedó demostrado después).

¿Qué ocurrió después? 

Tras cuatro reuniones y de una forma totalmente sorpresiva y precipitada, la Diputación de Álava dio por concluida la labor de la comisión en una última reunión que tuvo lugar el 19 de Noviembre de 2008. Tras ella, y sin que aún se hubieran entregado los informes de los expertos (exceptuando el de Joaquín Gorrochategui y los arqueológicos de Lurmen) que se supone sustentaban argumentalmente la decisión y sin que éstos hubieran elaborado unas conclusiones conjuntas, se le entregó a Eliseo Gil la Orden Foral 444/2008 por la que se le retiraba el permiso de excavación, a Lurmen la gestión del yacimiento y se dictaminaban falsos los grafitos, anunciándose ya allí una nueva etapa para el mismo bajo la dirección de la Universidad del País Vasco. La Orden Foral, obviamente, ya estaba redactada con anterioridad a la reunión, puesto que Eliseo la recibió al finalizar la misma.

A esto le siguió una comparecencia en Juntas Generales de la Comisión, de la que fueron excluidos tanto el ya ex director del yacimiento como Amelia Baldeón (a la sazón directora del Museo de Arqueología, puesto del que también sería apartada posteriormente) así como una multitudinaria rueda de prensa, a la que se sucedieron día tras día diversas declaraciones de los miembros de la comisión.

En mi opinión se trató de una campaña de prensa bien organizada y orientada a dar el tema por zanjado ante la opinión pública, esto es, que nadie se planteara una cosa diferente a que los grafitos eran falsos. Pienso que también se pretendía evitar el esperable debate científico. De hecho, la Diputación de Álava, incluso, llegó a emitir una Orden foral por la que se declaraba ¡el debate cerrado! Pero... ¿qué debate? ¡Si nunca lo hubo!. Por otro lado, ninguna orden administrativa -en un Estado de derecho- tiene la potestad de impedir la investigación científica ni el debate científico. De hecho, al poco tiempo ya comenzaron a aparecer públicamente voces que ponían en entredicho la versión oficial que calificaba de falsos los grafitos.

¿Fue entonces cuando comenzó a judicializarse el caso? 

Efectivamente, la Diputación puso el caso en manos del fiscal y, al cabo de unos meses y ante unas declaraciones de éste cuestionando la actuación del ente foral, procedió a interponer una querella penal en el Juzgado de Instrucción, en la que se acusaba a Eliseo Gil de ser el autor material de la falsificación. Y es ahí donde sigue el caso, sin haberse materializado aún acusación alguna. No obstante, el objetivo de lograr la condena mediática y, por lo tanto, pública, de Eliseo, ya era un hecho.

“¿Qué ocurrió?, me han preguntado en muchas ocasiones. Lo que ocurrió fue que se declaró como falso un material arqueológico mediante una resolución administrativa, lo cual no debe confundirse con un consenso científico que nunca existió. Esta resolución se plasmó en la Orden Foral 444/2008 que, supuestamente, se tomó en base a los informes de una comisión de expertos que concluían unánimemente sobre la falsedad del material y que contaban con unas conclusiones conjuntas. Pero cuando dicha orden se redactó, ni existían dichos informes (exceptuando el de Joaquín Gorrochategui) ni se habían puesto en común las evaluaciones de cada experto. De hecho, las tan mediáticamente utilizadas conclusiones conjuntas de la comisión, nunca existieron. De la misma forma, los informes que posteriormente se entregaron y que teóricamente contenían el fundamento de la demostración de la falsedad de los grafitos, como soporte argumental de la decisión administrativa, eran unánimes”.

¿No había unanimidad científica? 

En efecto, cuando se pudo analizar el contenido de los informes (algunos entregados un mes después de emitida la Orden Foral) pudo comprobarse que no existía la tan mediatizada unanimidad científica ya que, de hecho, sólo una parte de ellos concluían en el sentido de la falsedad de los grafitos. Otros ni siquiera se pronunciaban al respecto, o solo hablaban de improbabilidad o imposibilidad en época romana.

Por otra parte, el estudio minucioso de los informes de la comisión muestra claramente que sólo contienen argumentos de autoridad, pero que no aportan una sola prueba de la falsedad de los grabados, y que no se produjo una labor de investigación sobre ellos. De hecho, los informes evidencian numerosos errores de documentación, ya que muchos de los aspectos señalados por como “imposibles en época romana” resulta que sí se documentan en la Antigüedad. Todo ello queda sobradamente expuesto en los informes periciales presentados por parte de Lurmen.

Se declaró, ¡sin una sola prueba!, como falso un material arqueológico contextualizado y datado en base al registro estratigráfico de un yacimiento investigado científicamente por arqueólogos profesionales. 


Idoia Filloy explica que lo relatado hasta este punto son los hechos demostrables y públicos, pero que, en su opinión, ocurrieron muchas más cosas entre bambalinas que “no sé si nunca llegaremos a conocer, sobre todo de la mano de determinados poderes académicos y políticos”.

“Así la precipitada declaración de un material arqueológico como falso, sin tener prueba científica alguna; la sumarísima expulsión del equipo de arqueólogos que trabajaba en el yacimiento (y que respaldaba profesionalmente el hallazgo) para arbitrar su inmediata sustitución por otro equipo de la Universidad del País Vasco, sin esperar siquiera a que el tema se resolviera de forma definitiva; o la contundencia mediática sobre la base argumental que justificaba en teoría una decisión política, destilando falsedades sobre unos informes aún no existentes, como la de una unanimidad científica que nunca se dio o sobre unas conclusiones conjuntas que jamás se redactaron”.

En su opinión, ¿por qué desde los ámbitos políticos y académicos se hizo todo tan precipitadamente?

Para mí el detonante de todo lo que ocurrió fue la aparición de grafitos en euskera y por la politización que se hace en la actualidad de los hechos históricos, Los hechos históricos fueron los que fueron, independientemente de cómo algunos quieran que hubieran sido. Lo único que hicimos nosotros fue registrar, documentar y hacer público un material salido de un contexto arqueológico determinado.

En mi opinión, la comisión fue solo un marco bajo cuyo manto se trazó una estrategia para justificar la materialización de unas decisiones ya tomadas, permitiendo dotar de un soporte académico a dichas decisiones, de forma que se construyeron unos informes cuya finalidad era demostrar la imposibilidad de que el material fuera auténtico.

¿Cree que todos los hallazgos cuestionados son auténticos? ¿Pudieron ser falsificados algunos de ellos?

Nunca he dudado de la autenticidad del hallazgo. Nunca. Para mí, los grafitos siguen siendo un material arqueológico aparecido y registrado en el curso de una excavación integrada en un proyecto de investigación y datado por estratigrafía arqueológica. Cuando la Diputación de Álava declaró como falsos los grafitos no aportó ni una sola prueba de ello y, de hecho, a día de hoy, todavía no se ha aportado.

Además, y al margen de la importancia de su contextualización arqueológica que es la base científica de su datación en época romana, los estudios que hemos ido desarrollando durante este tiempo sobre el propio contenido de los grafitos (tanto de los textos y palabras como de los dibujos) aportan, en mi opinión, potentes indicios que sólo son explicables desde la autenticidad o, al menos, es hacia lo que apuntan de forma sistemática. De hecho, numerosas cuestiones aportadas como supuestas “pruebas” de falsedad por parte de la comisión de expertos de la UPV constituida por la Diputación Foral de Álava por considerarlas como imposibles, las hemos ido documentando en época antigua, si bien es un tipo de evidencias en muchos casos sólo conocidas por especialistas de verdad. Pero en lo que a los grafitos se refiere, aportan una evidencia de que difícilmente un falsificador podía tener conocimientos de primera línea de investigación en temas tan variados como los que registran los grafitos.

Por otra parte, si nos planteamos la cuestión fuera del escrutinio de los ojos del especialista del mundo antiguo y la contemplamos desde el terreno de la lógica, proponiéndonos autenticidad/falsedad como dos posibilidades a investigar, vemos cómo es la de la autenticidad la única viable y la única con sentido.

Si pensamos en la hipótesis de la falsificación, nos tendríamos que hacer varias preguntas: ¿Qué necesidad había de grabar tantos y tan variados grafitos y cómo se explica que se detecte una distribución temática por cronologías?, ¿Por qué los textos, las palabras, los dibujos, no  se limitan a reproducir lo esperado, lo habitual, lo preconizado por las teorías lingüísticas para la época -esto es la base de una falsificación, que reproduzca modelos creíbles?, ¿Cómo se materializó la falsificación, con qué medios técnicos y humanos, con qué recursos documentales, económicos y con qué equipo humano (totalmente necesario, es imposible suponer la actuación de una sola persona)?, ¿Cómo colocar tantas piezas en distintos estratos de distintos puntos del yacimiento -en algunos casos a gran profundidad- sin que arqueólogos profesionales lo detectaran?, ¿Cómo colocarlas con el material para procesar con la misma apariencia  (de suciedad y adherencias superficiales) que el resto de los materiales de cada uno de los distintos estratos?; ¿Cómo calcular los tiempos dentro de la dinámica del trabajo arqueológico, por ejemplo, cómo explicar que en algunos materiales sacados de la tierra por la mañana, esa misma tarde se identificara el grafito con fuertes adherencias encima? Y, sobre todo, ¿con qué objetivo alguien se tomó tantas molestias?, ¿qué beneficio obtenía?

Plateándonos éstas y más cuestiones, vemos que ninguna tiene lógica ni explicación razonable desde la falsedad. En mi opinión, la autenticidad del material es la opción más razonable y la que explica todo de la mejor forma. Estaríamos ante un material grabado en época romana que se distribuye temáticamente por zonas del yacimiento y estratos (y, por lo tanto, según cronologías y contextos), que evidencia fenómenos gráficos poco conocidos o novedosos generados en contextos privados. El análisis de esto nos suministra una valiosa fuente de documentación para el estudio de las lenguas que se hablaban en época romana en la zona del norte peninsular donde se ubicaba la antigua Veleia, de fenómenos históricos como la cristianización de la ciudad, de los contactos culturales con otros territorios, de la educación o, por qué no, de aspectos del ámbito totalmente privado, íntimo, de las personas de la antigüedad.

Estoy convencida de que los grafitos son auténticos, esto es, que fueron grabados en época romana, a no ser que alguien me demuestre, con pruebas, lo contrario.

¿Cree que hubo una intervención política (representada entonces por Lorena López de Lacalle) especialmente interesada en que los hallazgos aparecieran como falsificaciones? ¿Por qué? 

De que hubo una intervención política no tengo ninguna duda y de que fue una decisión política tampoco. Y de que fueron los grafitos en euskera el principal detonante de ello, por no coincidir con las teorías de algunos lingüistas y por las lecturas políticas que desde la actualidad se hacen de la historia, tampoco. Pero la historia fue la que fue y la lengua fue como fue, no como cada cual quisiera que hubiera sido.

Efectivamente, Lorena López de Lacalle, (hoy en EH Bildu y entonces diputada de Cultura por Eusko Alkartasuna), fue la cabeza visible de dicha intervención. Fue la que tomó las riendas del asunto e, ignorando otras peticiones de resolución científica (analítica y arqueológica) propuestas por Eliseo Gil, organizó la formación de una comisión que no era la que había solicitado el entonces director del yacimiento, con los mejores expertos internacionales en cada una de las materias representadas en los grafitos, sino que la constituyó con miembros de la UPV y  la dirigió, contra toda lógica, ella misma.

Tal y como he dicho antes, los indicios me tienen convencida de que esta comisión fue solo un marco académico para decisiones políticas que ya estaban tomadas de antemano. Pienso que proporcionó a la diputada la base argumental (que no probatoria) para justificar lo que ya estaba decidido, esto es, declarar los grafitos como falsos y retirar a Lurmen del yacimiento para su sustitución por alguien que había formado parte de la propia comisión. Además, llevó a cabo una contundente puesta en escena mediática utilizando todos los medios públicos a su alcance, uno de cuyos más sonados golpes de efecto fue la interposición del caso en los juzgados. No hacía falta más, Eliseo ya estaba condenado públicamente y sentenciado, la presunción de inocencia pisoteada sin escrúpulo alguno. Pienso que, en todo el proceso que siguió a la formación de la comisión, no pudo ser otra que la diputada la que marcó las pautas del mismo y sus tiempos y la que tomó en última instancia decisiones de las que, en consecuencia, es la responsable.

Desconozco los motivos que tuvo para este proceder. Si actuó por decisión propia, bien por convencimiento personal bien asumiendo su papel como diputada, o si se sometió a la disciplina de partido es algo que no sé. Sí que puedo plantearme si no se dejó asesorar por personas con muchos intereses (en el yacimiento, académicos, políticos) que la convencieron, o si incluso no le metieron el miedo en el cuerpo de ser engañada. Pero, si este es el caso, pienso que un político inteligente debiera haber tenido muy presente si quien le estaba asesorando podía tener algún interés en el tema como, estoy convencida, fue el caso.

Entiendo que en un asunto como éste, sumamente delicado por las duras decisiones que implicaba, debería haber garantizado, como diputada de Cultura y, por lo tanto responsable del patrimonio de todos, una investigación a fondo, limpia de toda sospecha de intereses y, por lo tanto, externa, totalmente contrastada por distintos equipos, utilizando todos los medios analíticos existentes y, sobre todo, fuera de presiones académicas y políticas que aquí actuaron, estoy convencida, a sus anchas.

Esto es, debiera haber velado por garantizar una investigación honesta y hasta sus últimas consecuencias antes de decidir nada. Y, sobre todo, decidir en base a pruebas. Sin embargo, pienso que esto no ocurrió así. Y pienso que se declaró un material arqueológico patrimonio cultural de todos como falso mediante una resolución administrativa sin evidencia probatoria alguna. Y se tomaron otras decisiones muy duras que, a la sazón, destruyeron la carrera y vida laboral de profesionales con larga trayectoria de investigación y trabajo.

¿Qué supondría que las ostraca (restos de cerámica) que motivaron la polémica fueran realmente auténticas? ¿Por qué se dice en algunos foros que, de ser auténticas las ostraca de Veleia, cambiaría nuestra perspectiva sobre la historia del euskera y la evolución de cristianismo? 

Del conjunto de grafitos localizados, pienso que son los escritos en euskera los principales causantes de la polémica. Y no sólo de la polémica, sino de la decisión política finalmente tomada y ello por la interpretación que, por desgracia, desde la actualidad se hace en clave política de los testimonios del pasado. El hecho mismo de la aparición de euskera en contexto arqueológico bien datado de un yacimiento de la antigüedad alavesa, creo que activó ciertos mecanismos de defensa de los adalides de determinadas teorías históricas que tienen un interesado uso político en la actualidad y que se defendían desde la ausencia de datos (lo cual, en realidad, permite decir cualquier cosa, ya que no hay nada con lo que demostrarlo ni dejarlo de demostrar). Concretamente, la de la vasconización tardía que preconiza que el euskera penetró en la zona del actual País Vasco en época entre tardoantigua y altomedieval desde Aquitania o desde la zona navarra.

Por otro lado, el euskera de los grafitos aparece no sólo como palabras sueltas, sino también en forma de textos, lo cual permitiría a la lingüística histórica estudiar de primera mano un material epigráfico de la época y, por tanto, conocer cómo era realmente. Pero… resulta que el euskera que aparece en ellos desmonta ciertas teorías lingüísticas preconizadas desde la universidad vasca y, no sólo eso, sino que, en cierta manera, pondría en entredicho la forma de hacer lingüística histórica, puesto que se demostraría que algunos de sus modelos teóricos no tienen fundamento. Pero pienso que ahí está el reto del científico, en avanzar en el conocimiento en base a datos por mucho que éstos desmonten hipótesis de trabajo o principios teóricos sobre los que trabajar en ausencia de éstos. Sin embargo, pienso que la comisión posibilitó precisamente lo contrario, esto es, que se dictaminaran los grafitos como falsos o imposibles por no responder a los modelos teóricos existentes sobre el euskera antiguo. Me pregunto… ¿qué prueba es un modelo teórico frente a un dato científico?, ¿Cómo puede pretenderse objetividad en alguien que ve desbancados años de estudios y publicaciones sobre unas reconstrucciones lingüísticas que se derrumban si se aceptan los nuevos datos?

Por otro lado, de las temáticas plasmadas en los grafitos, que son unas cuantas, la que destacaría sería, efectivamente, la que hace referencia al cristianismo. Y no sólo por su abrumadora presencia y lo que aporta para entender todo el conjunto, sino porque sería la más polémica. Y ello porque también iría a socavar las bases de una corriente historiográfica según la cual la cristianización del País Vasco sería también tardía, teoría cuyo sostenimiento se aprovechaba, como suele ocurrir, de la ausencia de datos.

El cristianismo está muy presente en varios de los puntos donde se localizaron los grafitos y toma diferentes aspectos según cronologías con lo cual es un campo de estudio histórico precioso para ver cómo se fue implantando en una ciudad del norte peninsular como foco, además, de la difusión en su área de influencia.

En un momento dado y de forma simultánea, lo encontramos representado en forma de imágenes, de textos en latín y de textos en euskera, evidenciándose una intensa labor de catequización desde un ámbito privado. En cuanto a las imágenes, fueron especialmente polémicas las cruces grabadas en algunos de los grafitos, si bien se documentan en la Antigüedad en otros sitios incluso en momento más antiguos.

Por lo tanto, aunque no sean cuestiones que vayan a cambiar la “gran historia” de la Humanidad, los grafitos, su estudio, aportarían una información esencial para el conocimiento de la época romana en este territorio. De cómo era ésta realmente, puesto que son datos venidos directamente del pasado y conservados para nosotros. Nos informan sobre qué lenguas se hablaban (euskera y latín), de cómo eran éstas y de cómo es probable que su plasmación por escrito esté vinculada principalmente a la cristianización de la zona y a una misión evangelizadora. Para mí ésa es la información histórica que me interesa y la que permitirá hacer interpretaciones del pasado más cercanas a la realidad que fue, que aquellas que no tienen base documental y luego… que cada cual saque sus conclusiones. Así que sí, pienso que los grafitos pueden cambiar determinadas visiones de nuestra pequeña historia local… y no debería hundirse el mundo por eso.

¿Cómo explica la aparición de jeroglíficos egipcios en el yacimiento?

Realmente, no tiene ningún problema ni científico ni histórico la aparición de jeroglíficos de tipo egipcio en el yacimiento.

Veleia era una ciudad bien comunicada con el resto del Imperio romano a través de sus vías de comunicación. De hecho, a ella llegaron, durante todo el período en que estuvo habitada, productos comerciales de todas las partes del Imperio. En el lapso temporal en el que datamos los grafitos, tenemos constancia de la presencia de mercancías de lugares como el sur de Francia, el norte de África, Asia Menor, etc. También de Egipto llegaban algunas como por ejemplo, determinadas piezas de vidrio. Y por las vías de comunicación, no sólo viajaban mercancías sino también personas, ideas, creencias, conocimientos.

Los jeroglíficos eran en Egipto parte de su paisaje, esto es, estaban a la vista de todos, bien visibles en sus antiguos monumentos. El conocimiento de los mismos era otra cosa y en época romana ya se limitaba al mundo sacerdotal, pero no se había perdido.  En este sentido, recordemos que la última inscripción jeroglífica conocida es la del Templo de Isis en la isla de Filé, datada el 24 de Agosto del año 394 d.C., en época del emperador romano Teodosio, siendo co-Augusto de la parte oriental del Imperio su hijo Arcadio.

Ahora bien, los signos que aparecen grabados en los grafitos de Veleia no son propiamente jeroglíficos sino que son “de tipo jeroglífico”, tal y como señala Ulrike Fritz en su informe.  En su opinión, quien los escribió no tenía un conocimiento real del antiguo lenguaje egipcio, sino que sólo recordara los signos que podía haber visto en los edificios oficiales de Egipto. Así, no forman frases ni nombres que puedan ser leídos. Reconoce, además, varias manos en su ejecución.

Por lo tanto, no habría ningún problema en el hecho de que alguien en época romana hubiera grabado en Veleia, a muchos kilómetros de Egipto, unos signos similares a los jeroglíficos egipcios sin que supieran lo que querían decir. Signos que podía haber visto y memorizado simplemente contemplando los antiguos monumentos.

Realmente, ¿qué es lo que han dicho los múltiples informes periciales, tanto nacionales como internacionales, que se pidieron para autentificar los hallazgos? 

Pienso que hay una gran confusión en general acerca de los informes aportados al proceso sobre los grafitos. La contundencia  y despliegue mediático fue tan fuerte tras la disolución de la comisión, en noviembre de 2008, que muchas personas se quedaron con la idea de que en ese momento el tema quedó zanjado puesto que todos los informes, de forma unánime, concluían sobre la falsedad del material. Sin embargo, esta información no era cierta como veremos a continuación. Por otro lado, los presentados con posterioridad, poniendo en entredicho la versión oficial y que aportan documentación y razonamientos bien distintos a favor de la autenticidad del material arqueológico, son poco conocidos o totalmente desconocidos por el público en general. Intentaré resumir a continuación qué informes se han aportado al proceso y  en qué consisten. Todos ellos pueden leerse en esta web.

Por un lado están los informes de la comisión, entregados (exceptuando el de Joaquín Gorrochategui) con posterioridad al cierre de la misma y la declaración de los grafitos como falsos, pese a que se supone que eran los que justificaban ésta declaración. Pues bien, cuando ya tuvieron existencia real fueron aportados por la Diptación Foral de Álava al Juzgado como supuestas pruebas periciales de la existencia de un delito. Los medios de comunicación dijeron que eran 26 informes, que unánimemente abogaban por la falsedad de los grafitos y que se habían elaborado unas conclusiones conjuntas en este sentido. Pues bien, en realidad nunca fueron 26 sino 10, no fueron unánimes y nunca hubo conclusiones conjuntas.

De estos 10 informes, uno era el informe arqueológico que contenía opiniones sobre el supuesto mal hacer arqueológico de Lurmen, pero que no evaluaba los grafitos. Estaba firmado por Julio Núñez, la persona que luego se haría cargo de las nuevas excavaciones en el yacimiento (por lo que habría actuado de juez y parte en el asunto), con el apoyo del Departamento de Arqueología.

Había un informe químico que concluía positivamente sobre la analítica radiocarbónica aportada por Lurmen y que tampoco evaluaba los grafitos.

El informe físico, único que hubiera podido aportar alguna prueba científica de falsedad, no lo hace, y concluye, por ejemplo, señalando que las piezas habían estado enterradas.

Finalmente, estaban los informes de índole humanística, que son los que contenían argumentaciones lingüísticas, iconográficas, epigráficas sobre los grafitos. Pues bien, de ellos, los únicos que hablan de falsedad son los lingüísticos de Lakarra y Gorrochategui y el iconográfico de Volpe y Núñez (nuevamente). El resto sólo señalan la improbabilidad o imposibilidad del material gráfico para la cronología propuesta por la Arqueología. Por lo tanto, sólo 3 de los 10 informes señalan expresamente la falsedad, lo cual dista bastante del concepto de unanimidad tan pregonado públicamente.

Diputación no aportó más informes científicos al proceso, si bien después, y con el caso ya en el Juzgado, entregó dos informes grafológicos cuya finalidad era inculpar a Eliseo Gil de la falsificación. Todos estos informes se pagaron con dinero público, siendo especialmente escandaloso el coste del último grafológico.

Por otro lado, están los informes presentados por Lurmen al proceso, todos ellos elaborados de forma altruista. Son un total de 20. De ellos, cinco son de corte arqueológico: tres abogan por la idoneidad y profesionalidad del trabajo de Lurmen (siendo uno de ellos el de Edward C. Harris, nada menos que el “padre” del sistema de excavación y registro estratigráfico que hoy siguen la mayor parte de los arqueólogos) y dos desmontan totalmente las argumentaciones de la comisión en contra del trabajo de Lurmen.

Por otro lado, hay tres informes que evalúan las evidencias físicas de los grafitos, las cuales abogarían a favor de su autenticidad. Así, la presencia de adherencias, restos y huellas superficiales que aún se mantienen cubriendo los grabados pese al lavado del material o las características mecánicas de éstos, aportarían importantes indicios en contra de la falsedad, además de ser analizables científicamente de cara a resolver el caso penal. En este sentido, la parte acusada, pese a no correr con la carga de la prueba, presentó al Juzgado la petición de que se hicieran pruebas analíticas, acompañada de la oportuna propuesta.

El resto son informes de corte humanístico (lingüísticos, iconográfico, epigráficos), que mostrarían que las argumentaciones de autoridad y muchas de las afirmaciones que se exponen en los informes de la Comisión sobre la imposibilidad de que el contenido y las formas de expresión gráfica de los grafitos sean de época romana, no se sostienen. Y ello se demuestra con el aporte de numerosa documentación de época romana. Que se haya puesto en evidencia que muchas de las afirmaciones de los expertos de la comisión son erróneas me parece algo muy grave, ya que sus informes tuvieron graves consecuencias sobre el patrimonio de todos y sobre determinadas personas. De esta forma, hemos de concluir que aquellos aspectos señalados como imposibles en los grafitos y aportados como pruebas de falsedad, no se sostienen tal y como lo muestra la documentación de época romana, en la que tendríamos por tanto importantes evidencias a favor de la autenticidad de los grafitos.

También se elaboró un informe que ponía en entredicho el primer informe grafológico (ya que el segundo aún no está en manos de la parte acusada).

Hay que señalar también que, finalmente, se hizo un estudio analítico sobre una selección de grafitos, el cual había sido solicitado reiteradamente por la parte acusada, pese a que judicialmente la carga de la prueba recae en quien acusa. Pero este estudio, materializado en 2013 en un informe y llevado a cabo por una institución estatal, no ha respondido a las peticiones de Lurmen sino que se ha limitado a hacer un análisis de las superficies de las piezas con lo cual, lo que se ha obtenido es un completo muestreo de los restos y huellas que se han ido dejando en éstas como consecuencia de todas aquellas manipulaciones que han sufrido desde el momento de su hallazgo hasta la actualidad, aunque estas evidencias de contaminación se pretendan aportar en clave de falsedad.

Por su parte, la parte acusada presentó también un informe que evalúa el contenido de este estudio, concluyendo que las interpretaciones que aporta no son correctas. Pero, además, analizando los datos analíticos contenidos en él, se concluye que éstos aportan indicios de la autenticidad del material. En cualquier caso, consideramos que queda pendiente un estudio analítico que realmente sea resolutivo y dirimente de cara a establecer la autenticidad o falsedad del material.

Por lo tanto tenemos una serie de documentos aportados a un proceso ya no científico, sino penal. En mi opinión, los informes de la parte acusadora no contienen una sola prueba de la existencia de un delito. Los argumentos de autoridad, las afirmaciones categóricas no basadas en datos, las teorías de reconstrucción histórica, las hipótesis de trabajo, el hecho de que algunas cosas se documenten por primera vez, no pueden demostrar que un material datado por estratigrafía arqueológica y que, por lo tanto, cuenta con una importante contextualización científica, no corresponda a ésta y, menos aún, que sea falso.

Por otro lado, si tenemos otra serie de informes que muestran numerosos errores contenidos en dichos argumentos y afirmaciones ya que quedan contradichos por documentos de época romana y si, además, esta documentación aporta datos que contextualizan históricamente los grabados, mi conclusión es que, a medida que más se estudian los grafitos más evidencias de autenticidad se aportan. De hecho, el estudio analítico entregado, aporta datos que también abogan por la autenticidad del material.

¿Tiene alguna información sobre el estado actual de las excavaciones en el yacimiento?

La puesta en marcha de excavaciones en el yacimiento de la mano de la UPV era algo que ya especificaba la Orden Foral 444/2008, esto es, el proceso de sustitución se garantizaba institucionalmente, si bien, en mi opinión, (basada, entre otras cosas, en unas declaraciones de la propia ex diputada de Cultura Lorena López de Lacalle en las Juntas Generales de Álava) era algo que ya estaba decidido al comienzo del funcionamiento de la comisión.

Las excavaciones no comenzaron de inmediato y se pusieron en marcha dos años después, casi al final de la legislatura de la diputada que había puesto en marcha el proceso. Quizás por eso, en lugar de haber esperado a la resolución del caso judicial con el anterior equipo (que hubiera sido lo lógico y ético) se pusieron en marcha las excavaciones… “a lo grande”, nuevamente las prisas parecían dominar la escena.

Así, utilizando una gran máquina excavadora que sacaba tierra a gran velocidad, se abrió una amplísima superficie de terreno en la zona Sur de la ciudad romana hasta la cota donde aparecían las estructuras, estuvieran éstas a 30 o a 150 cm. de profundidad. La aparición de estructuras estaba garantizada ya que, gracias a fotografías aéreas tomadas y hechas públicas por nosotros, se sabía que había un intenso urbanismo en el subsuelo de esta zona, detectable por las sombras trazadas por las construcciones dado el crecimiento diferencial de la vegetación.

Esto es, los resultados “visibles” por medio de estructuras puestas al descubierto en una amplia superficie de terreno, estaba garantizado y se presentó mediáticamente como un gran avance en contraste con la “lentitud” con la que trabajaba el anterior equipo de excavación. Pero, en realidad, lo que se hizo en este veloz proceso de excavación mecánico (en el que el control arqueológico era inviable, tal y como vimos trabajar a las máquinas) fue destruir una parte importante del subsuelo arqueológico del yacimiento. Y lo puedo afirmar con rotundidad ya que en esta zona éste estaba conservado intacto a partir de los 30-40 cm. de profundidad, tal y como habíamos comprobado nosotros en una intensa campaña de sondeos estratigráficos que habíamos llevado a cabo con anterioridad y cuya memoria (al parecer ignorada por el nuevo director de las excavaciones) estaba depositada desde fines de 2007 en la Diputación Foral de Álava Además, existe documentación gráfica que mostraría la afección de estratos, estructuras y materiales arqueológicos.

A partir de ahí, han continuado las excavaciones cuyos resultados se conocen someramente a través de noticias de prensa y de Arkeoikuska, publicación que recoge anualmente los resultados preliminares de las intervenciones arqueológicas. A través de ello sabemos de la localización de un importante vial presentado como la misma Iter XXXIV, de un mercado, etc. A destacar también la localización de un ara, descontextualizada estratigráficamente, pero en la que está grabado el nombre de la antigua ciudad romana Veleia, imposible en los grafitos, según los mismos expertos de la Comisión que ahora validaban el nuevo hallazgo.

Al margen de esto, poco más se sabe, excepto que el ritmo de excavación con posterioridad a la primera campaña  volvió a los cauces normales de “velocidad” en una excavación arqueológica, el mismo que se había achacado de lento a Lurmen.

¿Cómo se encuentran los diversos procesos judiciales que se abrieron a raíz de estos acontecimientos? ¿Cuál es el estado de la situación en el momento actual?

De los procesos judiciales puestos en marcha a raíz de los acontecimientos, las querellas por estafa interpuestas contra Eliseo Gil y contra mí, como socios de la empresa Lurmen S.L, por ETS y EuskoTren se archivaron de forma definitiva en fase de instrucción.

La querella interpuesta por Diputación Foral de Álava contra Eliseo Gil y Oskar Escribano por daños contra el Patrimonio, y contra Eliseo y Rubén Cerdán por estafa, siguen aún en el Juzgado en fase de instrucción, después de seis años de abrirse la causa.

Pero, como ya he dicho antes, la condena mediática contra la figura del ex-director de las excavaciones en el yacimiento es un hecho. Sin respeto alguno al derecho a la presunción de inocencia, la maquinaria mediática puesta en marcha por la Diputación Foral de Álava hizo efectiva dicha condena ante la opinión pública, sin que aún haya nadie acusado de nada.

¿Le gustaría volver a investigar en el yacimiento? 

Más de una vez me he hecho y me han hecho esa pregunta. Y no suelo saber bien qué contestar. Por un lado, veo la investigación del yacimiento como una etapa ya cerrada en mi vida y me intento convencer de que para mí sólo debe ser un asunto al que seguiré vinculada tanto en cuanto se resuelva a nivel judicial. Pero la verdad es que en Veleia he invertido muchos años de mi vida, mucho esfuerzo profesional y personal, he vivido buenos y malos momentos, y he de admitir que tengo una gran conexión emocional con el lugar, posiblemente por el fuerte componente vocacional que en mi caso tiene la arqueología. Y esa conexión emocional es positiva, pese a todo lo ocurrido con los grafitos. Así que… a día de hoy, sigo sin saber bien qué contestar.

¿Cuál es su conclusión final alrededor de todo lo que hace sucedido a lo largo de los últimos años? 

La verdad es que han pasado mucho tiempo y muchas cosas. Nunca me hubiera imaginado que siete años después de que una orden administrativa diera como falso un material arqueológico, desviándolo de su natural cauce científico hacia un proceso penal, íbamos a estar con el asunto sin resolver ni jurídica, ni administrativa, ni científicamente. La resolución de este proceso judicial es básica.

En este tiempo se han ido aportando informes periciales, sobre todo desde la parte acusada. Por otro lado, ésta ha solicitado insistentemente la realización de pruebas analíticas sobre los grafitos, de cara a llegar a una solución científica del caso. Y, sí, se ha llevado a cabo un estudio analítico pero el cual, en mi opinión, lejos de aportar dicha solución, se ha limitado a una evaluación superficial no resolutiva, aunque se pretenda presentar como tal.

Por ello considero que el tema analítico sigue pendiente, ya que aún no se ha hecho una investigación en profundidad de las evidencias físicas y mecánicas que tienen los grabados y cuyo estudio sería realmente dirimente en el caso de la autenticidad o falsedad. No son estudios complicados, apenas tienen costo y no necesitan de mucho tiempo. Lo que parece es que no hay voluntad de hacerlos. La resolución del caso penal es fundamental para dejar vía libre a la investigación científica del materia.

Mi esperanza es que el asunto termine resolviéndose por la vía natural de la que nunca debieron sacarlo tan traumáticamente, esto es, la de la ciencia, de forma que los grafitos puedan ser estudiados como se merecen, esto es, como un precioso y valioso legado del pasado. Será entonces cuando puedan aportar toda la información que contienen para avanzar seguro en nuestro acercamiento al conocimiento de la historia, por muy particular que sea. Y este bien cultural hay que mimarlo, ya que es de todos y nos fue legado por gentes que vivieron en la antigüedad en una ciudad romana del Norte peninsular... en la Veleia que mencionan los propios grafitos. 




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