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jueves, 14 de enero de 2016

46664 y 8719600510

A semanas de que Arnaldo Otegi abandone la prisión de Logroño, les compartimos este artículo publicado en la página Andaluces:

Nelson Mandela estuvo preso durante más de 25 años. Las campañas de amnistía para los presos políticos sudafricanos hicieron que su número de expediente se popularizase de tal manera que el 46664 va indisolublemente ligado a la lucha por la libertad y contra el apartheid. Mandela fue el preso número 466 del año 1964. He ahí la explicación de dicha numeración, una circunstancia accesoria que pasó a detentar un marcado simbolismo en la lucha contra la injusticia social.

El número 8719600510 quizá no nos resulte hoy tan familiar. Puede que en el día de mañana sea tan fácil de identificar como el de Mandela. Corresponde al número de expediente de Arnaldo Otegui. Aquél estuvo en el penal de Robben Island y éste ahora mismo está en el Centro Penitenciario de Logroño.

Evidentemente las diferencias entre el contexto sudafricano y el vasco son enormes. No hace falta ser ningún analista político avezado ni un geógrafo excepcional para observar que no solo hay miles de kilómetros de distancia entre ambos escenarios. Ahora bien, también existen algunas similitudes entre ambas situaciones.

En primer lugar, no es casualidad que recientemente un amplio grupo de europarlamentarios –finlandeses, belgas, letones, griegos, daneses, catalanes, portugueses, escoceses, gallegos, alemanes, flamencos, vascos o irlandeses – hayan firmado un manifiesto donde exigen su inmediata liberación. La presión internacional fue una de las claves sobre las que gravitó el fin del apartheid. Y parece que también la opinión pública internacional está muy atenta a la situación del expediente 8719600510 y a la situación de Euskalherria. Y no solo dirigentes europeos se han significado en esta causa. La lista de firmantes latinoamericanos es especialmente significativa, pues entre ellos se encuentran Mújica, Pérez Esquivel, Zelaya, Lugo, Cárdenas, Stedile o Morales de Cortiñas, entre otros.

En segundo lugar, falta una lectura adecuada del fin de la actividad armada de ETA. Lo que en otros tiempos fue la prioridad absoluta en la opinión pública se ha relegado a un plano de escasa atención informativa. Sin embargo, el necesario proceso de desarme y diálogo aún se encuentra en una fase muy preliminar. Serán necesarias muchas horas de trabajo para la reparación de todas las consecuencias del conflicto y el papel a desarrollar por parte de quienes han apostado firmemente por la paz, la democracia y la palabra es determinante para avanzar en el proceso. Las disensiones en el propio Partido Popular vasco solo confirman esta situación.

En tercer lugar, a nadie se escapa que la política penitenciaria del Estado español para con la disidencia vasca no es sino de castigo. En vez de apostar por la resocialización se atiende a criterios de conveniencia política y rentabilidad electoral. El papel que jugara en la Sudáfrica afrikáner la prisión de Robben Island lo juega aquí y ahora la política de dispersión, que extiende las consecuencias de la prisión al entorno de familiares, allegados y amigos.

Y en cuarto lugar, los criterios jurídicos de las resoluciones judiciales en que se basa la actual situación son –cuando menos- discutibles. No es casualidad que la sentencia del caso Bateragune presente un voto particular que se decante por la absolución o que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos haya tenido que corregir en innumerables ocasiones las resoluciones dictadas por los Tribunales españoles.

No podemos olvidar que el Premio Nobel de la Paz, el arzobispo de Ciudad del Cabo, Desmond Tutu señaló a Arnaldo Otegi, en su día portavoz de Batasuna y hoy secretario general de Sortu, como “el líder de este proceso de paz”. Quizá sudafricanos y vascos puedan estar más cerca de los que nos parezca. Y el 8719600510 pudiera ser otro futuro Nobel de la Paz. Las apuestas están hoy en iguales guarismos que en los que en su día estuvieron a favor de Mandela. Las sociedades avanzan y precisamente por eso, ni desde los sectores más reaccionarios de la Sudáfrica racista y neonazi se apostaría hoy por el mantenimiento del apartheid.





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