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martes, 22 de marzo de 2016

En Memoria de Carme Claramunt

Les compartimos esta reseña publicada en La Vanguardia:

“Esta mañana me van a fusilar”: La despedida de la primera catalana ejecutada por el Franquismo

El historiador Emili Ferrando reconstruye la historia de Carme Claramunt, la primera mujer fusilada en el Camp de la Bota tras la Guerra Civil

Javier Torres
“Esta mañana a las cinco me van a fusilar. […] Te deseo muchos años de vida y de salud. Ya notificarás a mis hermanos, sobrinos y amistades que me han fusilado y que yo rogaré por todos para que no os falte nada”, escribía a su “tieta”, con caligrafía nerviosa y pocas horas antes de su ejecución, la primera mujer catalana que fue fusilada después de la Guerra Civil. Carme Claramunt, originaria de Roda de Berà pero vecina de Badalona, fue la primera prisionera de la cárcel femenina de Les Corts y cerró los ojos un 18 de abril de 1939 en el parapeto del Camp de la Bota, donde acabaron siendo ejecutadas 10 mujeres y alrededor de 1.700 hombres con el paso de los años.

El historiador Emili Ferrando recoge el relato de Claramunt en su nuevo y reciente libro, Executada, en el que, a través de la vida de esta vecina de Badalona, recuerda la dramática e injusta situación por la que pasaron centenares y miles de personas en Catalunya y España tras la guerra. “Es importante tratar historias personales, para poder ir de lo particular a lo general. Hay muchas cosas en el periplo de Carme que ayudan a entender el momento que vivía Badalona, por ejemplo. O que sirven para conocer el proceso judicial que padeció, un calco de otros muchos por aquél entonces”, apunta Ferrando.

Carme nació y creció en Roda de Berà pero se trasladó a Badalona, muy probablemente debido al comercio de la lana, que trabajaban en su tarraconense pueblo natal. Emili Ferrando cree que se mudó a principios de los años 20, animada por Angelina Picas, una mujer a la que conocía y que poseía dos comercios de textil en la ciudad, en los que podía necesitar una mano derecha. Carme se instaló con ella en el número 26 de la calle del Mar, en el centro de la ciudad, y forjaron una relación tan sólida que acabó por considerarla su “tieta”, tal y como se lee en la última misiva que le dedicó antes de morir.

Poco después del establecimiento del Movimiento Nacional, la vecina de ambas, Maria Sallent, denunció a las dos mujeres como supuesto peligro y por rebelión militar. A decir verdad, indica Ferrando, la principal señalada era Angelina, pero Carme, que se vio salpicada, se acabó llevando la peor parte. Distintos intereses confluyeron en la acusación de la vecina del número 26: por un lado la venganza, dado que dos de sus tres hijos habían muerto a manos de la República; por otro, la ambición económica, ya que Angelina no tenía descendencia y la tienda de tejidos podía pasar a manos de Sallent en su ausencia.

“Era una acusación sin pruebas, cocinada por la Falange. Los testigos estaban manipulados para testificar en contra de manera sistemática, con exageraciones. Y todo ello sin abogados. Violaron todos los derechos humanos y divinos habidos y por haber”, lamenta el historiador. Ambas eran de mentalidad progresista y favorables a la República, pero de ninguna se tiene constancia de haber llevado a cabo ningún tipo de ilegalidad, defiende Ferrando. El día 2 de marzo, Carme fue enviada a Les Corts. Se la procesó el 27 y menos de tres semanas después, el 18 de abril, fue fusilada en el parapeto del Besòs.

“Tenga mucho valor para resistir este golpe. Sólo pido perdón por todos los otros compañeros, y justicia, ya que yo no he podido disfrutar de ella”, manifestaba Carme en su carta. La “tieta”, en cambio, fue finalmente condenada a cadena perpetua y liberada posteriormente. “Cada una tuvo un juez distinto y eso fue la salvación de Angelina”, clarifica el autor de Executada. Murió a los 64 años. “Tú ya sabes que matan a una inocente”, reza la carta.

“Solamente para que la familia vea que era buena, ha valido la pena”

La reconstrucción de la vida de la primera fusilada por el Franquismo no ha sido tarea sencilla. Lo explica Emili Ferrando y lo transmiten sus ojos al recordar el momento en el que, en una charla a la que asistía como público, una persona comenzó a leer la carta que la Carmeta rubricó en su injusto lecho de muerte. “Llevaba mucho investigando sobre ella. Yo estaba allí y no me lo creía. Me eché a llorar”. Aquél fue el punto de partida.

La carta leída ese día era una transcripción. “Era limpia, con una caligrafía precisa, sin faltas…Era extraño para algo escrito en la cárcel por una persona al borde de la ejecución”, relata Ferrando. Después de indagar en Roda de Berà, el historiador encontró una fotografía de la carta original, mucho más estropeada, con faltas y de trazo irregular, que había llegado a manos de familiares de Claramunt.

Lluïsa Colell, nieta de la protagonista del libro, ha sido una de las personas que más ha ayudado a la reconstrucción de esta historia. Y de la Historia. “Al principio se mostraba reticente. ¡Todavía había cierto tabú!”, exclama el escritor, indignado. El segundo momento mágico, tras saber de la existencia de la correspondencia, fue al lograr la foto de la protagonista. La imagen que ilustra este artículo. “Si tienes una fotografía, tienes a la persona. Es un gran paso. Ya sabes cómo es”, celebra con una sonrisa aún hoy Ferrando, después de mucho tiempo dedicado a desenterrar a Carmeta. “Solamente por quitar esta losa a la familia y que hayan visto que era una buena mujer que no hizo nada malo, ha valido la pena tanto esfuerzo”.





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