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sábado, 4 de junio de 2016

Sobrevivir Idomeni

Continuamos dando denunciando las condiciones en las que sobreviven los refugiados del norte de África y el Oriente Medio a las puertas de la grandiosa Europa.

Para ello, les compartimos este artículo publicado en la página oficial de la Euskal Herriko Unibertsitatea:
Idomeni, ansias de libertad

Jordi Campàs, a la vuelta de Grecia, destaca los valores de solidaridad y generosidad de las personas refugiadas
"La mente sigue allí". Jordi Campàs, responsable de investigación cooperativa de la Fundación Euskampus, intenta recomponerse tras su paso por el campo de Idomeni, "un ejemplo de solidaridad, generosidad y hospitalidad, por parte de las 8.000 personas refugiadas que han vivido en tiendas de campaña (a veces destrozadas por el viento), que han pisado el lodazal en que se convertía el suelo tras una lluvia, que han construido espacios de convivencia encima de las vías de un tren o en los terrenos de una gasolinera y que, ahora, se encuentran distribuidos en campamentos militares, viviendo en pisos de alquiler los que pueden, o bien desperdigados junto a las fronteras de Macedonia, para emprender la búsqueda de su sueño reunirse con su familia en Alemania o estudiar informática en Londres".

Jordi Campàs decidió viajar a Grecia "por solidaridad y por la indignación que me ha producido la respuesta que Europa está dando a la situación de las personas refugiadas y el trato que soporta la propia Grecia. Este es un problema de la Unión Europea, no de Grecia, –enfatiza-; y es una vergüenza". Pero su decisión también fue personal, porque "quería predicar con el ejemplo ante mi hija de 9 años, a la que quiero educar en valores. Cuando aceptó que su aita se iba para estar con otros niños y niñas, me dio los cinco euros que tenía en ese momento para repartirlos en Idomeni."

Así, con los cinco euros de su hija y los otros 5.000 euros que había recaudado a través de las redes sociales en algo más una semana, Jordi Campàs llegó el 16 de mayo a Idomeni para trabajar junto con la Asociación de Voluntarios de Galdakao. Tenía muy claro, y así se comprometió con las personas y asociaciones que donaron recursos económicos, que "el dinero iría destinado en su totalidad a ayudar a las personas, a las familias que vivían en el campamento". Por ello, ha concedido ‘préstamos', ha pagado ‘sueldos' y ha apadrinado. Pero antes, había que reconocer el terreno, conocer la situación, detectar las personas. "Han sido quince días intensos, desgarradores".

Campamento de Idomeni

Al llegar al campamento, que había nacido de manera espontánea en Idomeni, "las primeras imágenes fueron impactantes". Se encontró con 8.000 personas refugiadas (sirias, iraquís, afganas), de ellas 4.500 niños y niñas, que habían sido capaces de auto-organizarse y que habían creado pequeños comercios.

«Se necesita más voluntariado y menos voluntarismo»

Y junto a ellas, las ONG. "Las grandes como Médicos Sin Fronteras con un despliegue muy importante, y las pequeñas con sus proyectos concretos. Pero, a pesar de la cantidad de proyectos y asociaciones, faltaba coordinación entre ellas, faltaba red para ser más eficaz y eficiente. Además, -matiza- se confunde voluntarismo con voluntariado, y las actuaciones sobre el terreno precisan de un trabajo más organizado o más profesional. Han llegado toneladas de ropa en cajas de diferente tamaño, con albaranes que no correspondían, y que han supuesto una pérdida de tiempo y dinero, porque había que organizar antes de repartir". Pero Campàs lleva más lejos su reflexión y se muestra un punto crítico con la búsqueda de visibilidad de algunas ONG por la necesidad de recaudar dinero.

 Pero a pesar de la ausencia de red, Maika, voluntaria de Madrid con muchos meses de experiencia a sus espaldas, y Álvaro Saiz¸ de la Asociación de Galdakao, que llevaba dos meses en Idomeni, ejercieron de cicerone con Jordi Campàs. Junto a ellos, salvó los obstáculos que se les presentaban para poder entrar con comida en el campamento, ya que no llegaban a tener los permisos que exigía la policía griega. "En este sentido, la policía ha hecho su trabajo y, cuando vas allí, hay que ir a ayudar, no a molestar. Hay muchas personas que acuden con ideas y prejuicios que interfieren el objetivo fundamental: mejorar las condiciones de vida de los refugiados, no discutir con la policía".

El trabajo en Idomeni

Durante los quince días que ha estado en Grecia, Jordi Campàs, junto con los miembros de la Asociación de Galdakao, ha montado tiendas de campaña que sustituían a las destruidas por el viento, ha metido un camión con 2.400 kilos de potitos después ocho horas intentando entrar sin permisos. Ha distribuido, de noche, bolsas de comida. Sobre la marcha ha detectado las situaciones que precisaban más atención con la ayuda de los propios refugiados. "Me sorprende la generosidad y solidaridad con la que viven y con ellos aprendes que el individualismo y la desconfianza de nuestra cultura no son la forma de convivir".

«Idomeni no era justo ni sostenible»

Pero Jordi Campàs también ha distribuido el dinero recogido antes de partir. Por ejemplo, Mohammad, ingeniero aeronáutico, y Siwar, un joven sirio de origen kurdo que quiere estudiar informática en Londres, recibieron un crédito cada uno de 200€ con el compromiso de devolverlo, cuando puedan, con un 10% de interés. Y, cuando lo devuelvan, se volverá a invertir en otra persona refugiada. "Así se generan ruedas para empoderar a las propias personas refugiadas y corresponsabilizarse en la ayuda de otras". También, ha apadrinado a Ahmed de 6 años y a su madre Fatma con 200€. Le ha pagado un ‘sueldo' de 400€ a Nushin, que ejercía de traductor en el hospital de campaña de Bomberos en Acción. La familia de Nushin quiere reunirse con su hermano pequeño, enfermo de cáncer, que se encuentra en Alemania. Y la ONG danesa ‘Team Humanity' ha recibido 2.000€ para habilitar dentro de uno de los campamentos militares para refugiados una escuela, jardín de infancia y un campo fútbol. Jordi Campàs, también quiere destacar que "todas estas tareas fueron posibles gracias al trabajo que, desde Leioa, Igor Campillo y Susana Sánchez-Gil, de la Fundación Euskampus, hicieron en relación con la gestión económica."

El fin de la esperanza

Durante su estancia, Jordi Campàs vivió en primera persona el desalojo del campamento. "Idomeni era un problema porque estaba ubicado sobre las vías del tren que comunica, el norte con el sur, eje económico y mercantil fundamental para el país. Es una situación insostenible e injusta para Grecia". Por ello, habilitar campamentos militares parecía una opción que, además, podía asegurar unas condiciones dignas de salubridad y mejora que en Idomeni no se estaban dando.

El 23 de mayo se produjo el desalojo. De madrugada salieron las ONG. Por la mañana, las personas refugiadas. "Fue un desalojo pacífico y muy triste. Las personas, que habían acampado de forma espontánea, se aferraban a la esperanza de pasar la frontera de Macedonia para lograr sus sueños". Ahora, muchas de esas personas se encuentran desperdigadas por Grecia, algunas comparten pisos de alquiler, otras siguen junto a la frontera de Macedonia con la intención de pasar a Serbia bien por sus propios medios o bien pagando 1.800€ por persona a las mafias. Y unas 3.800 personas están en tres campamentos militares.

«El problema es de la UE, no de Grecia»

En uno de esos campos, Jordi Campàs consiguió entrar, con triquiñuelas, e introducir una silla de ruedas para una niña con discapacidad. "Ha sido descorazonador. No hay mejores condiciones. No ha mejorado la salubridad. Hay 10 baños para 800 personas. Están ubicados en naves industriales abandonadas, semiderruidas, y rodeadas de basura. No disponen de wifi, el único medio para contactar con los familiares que están en otros países. Se ha acabado la auto-organización, la capacidad de iniciativa. No pueden ni cocinar. Las condiciones psicológicas son peores. No hay vida. Están aparcados". En Idomeni, Jordi Campàs había contactado con casos de extrema vulnerabilidad (personas heridas de guerra graves, personas con discapacidades importantes) y en el desalojo se perdió la pista de estas personas, candidatas a ser acogidas por las comunidades autónomas. "Sonia Simón, enfermera de Basauri, y yo comenzamos a patear los campamentos con las fichas médicas, y conseguimos localizar a esos cuatro casos. Ahora queda esperar a que verdaderamente el Ministerio de Asuntos Exteriores dé luz verde para que se puedan acoger a familias, y no solo casos muy puntuales y mediáticos. En ese sentido, el pueblo griego ha demostrado mucha más solidaridad y generosidad que la Unión Europea".

Desde aquí

Jordi Campàs ha vuelto a su trabajo en la Fundación Euskampus. Pero sigue activo con la Asociación de Voluntarios de Galdakao que continúa en Grecia. "Allí tuvimos que visitar oficinas del Ministerio de Interior, hablar con funcionarios para obtener los permisos necesarios y poder entrar en Idomeni. Dos funcionarias, en concreto, nos facilitaron la tramitación, aunque no era su tarea. Ahora tenemos que volver a iniciar los trámites administrativos, porque ahora se trata de  campamentos militares. Y yo, desde la distancia, estoy ayudándoles".

Campàs llegó el martes día 30. "Han sido quince días muy intensos, con risas, con lloros, con caos, con necesidad de tomar decisiones muy rápidamente, parando, pensando, discutiendo. En estos días la vida ha ido muy rápida. Y ahora estoy aquí, con la cabeza y una parte del corazón allí".


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Historias personales de Idomeni GBGE

En este video Javier Sobremazas trata de reflejar la situación de las personas en los campamentos de refugiados, concretamente en Idomeni, mediante las historias personales de las personas que los ocupan contadas por ellas mismas. Gente que quiere volver Siria, cruzar la frontera o solamente que se les respete minimamente.

Alvaro Saiz uno de nuestros voluntarios en el terreno nos explica brevemente la situación de ese tipo de campos.

Musica: Rafael Alvarez - Time is a silent runner



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