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sábado, 1 de abril de 2017

Egaña | Hackers de la Memoria

Los últimos días hemos dado seguimiento paralelo al llamado por parte de los Artsanos de la Paz a asistir a Baiona para participar en la culminación del proceso de desarme de ETA así como a la condena de la tuitera Cassandra Vera.

Con este texto de Iñaki Egaña publicado en la página de Euskaria Fundazioa entenderán por qué:


Iñaki Egaña

Concluye un ciclo político, se desarma una de las partes implicadas en el conflicto, la del síntoma, y se abre una etapa nueva en la que gestionar el relato del pasado se va a convertir en la madre de las batallas, si me permiten utilizar la expresión del extinto Husein cuando la Primera Guerra del Golfo. Profesionales de la informática, de la inteligencia artificial, psiquiatras, académicos laureados, ya se han puesto en marcha desde hace algún tiempo para atinar en aquello que debe permanecer en el inconsciente popular.

No interrumpan la lectura, por favor. No se trata de una fantasía literaria, ni de un capítulo más de una de las teorías conspirativas que circulan por el planeta. Es algo serio. Más de lo que la mayoría de nosotros suponemos. Porque, les adelanto, implantar falsos recuerdos en nuestras mentes es altamente sencillo. Tanto como ver un programa televisivo, echar los residuos plásticos en el recipiente amarillo o dejar la huella digital, la del índice, en la oficina de Lanbide.

Introducir ilusiones en la memoria es una técnica que tiene sus especialistas. Se forman, reciben cursillos especializados, subvenciones millonarias. Tienen el soporte del poder. Hay, también, aficionados que se arriman a sus experimentos, fácilmente detectables por su catetismo ilustrado y su arrogancia política. Desdeñables desde el comienzo pero aliados de los anteriores. Comen del mismo plato.

Entre unos y otros introducen los engaños precisos, crean las ilusiones necesarias para avanzar en su lectura pretendidamente aséptica del devenir humano y, en consecuencia, dar un toque natural a las sensaciones que nos alcanzan. Como si el resto fuera obra de radicales, terroristas, antisistemas, inadaptados, marginados, parias y demás escorias. La señal de la cruz medieval, la de la “democracia” del siglo XXI.

En las últimas décadas, los experimentos han sido devastadores. No hace falta introducir electrodos en el cerebro, ni artilugios propios de las películas de 007, ni siquiera esos mecanismos enanos que tan de moda han puesto las tiendas virtuales. Es mucho más sencillo. La inducción proviene de técnicas en las que se trata de confundir memoria con imaginación. Y el mercado de la comunicación está saturado de ellas.

Es cierto también que, en el laboratorio, los expertos en la manipulación de la memoria han logrado resultados sorprendentes. Los más conocidos, si revuelven por la red los encontrarán, anuncian cómo personas normales y corrientes se declararon asesinos confesos de crímenes sin resolver, cómo mentes perfectamente estructuradas señalaron que fueron aducidas por alienígenas que descendieron en cacharros de colores irisados.

Los recuerdos, la memoria, se actualizan constantemente. No se fijan en el cerebro. Y en esa actualización está el truco. Julia Shaw nos decía que cada vez que explicas una historia estás cambiando su evocación y, en consecuencia, esa introducción de detalles, anécdotas, conexiones forma un nuevo recuerdo del único acontecimeinto. Partiendo que las conexiones pueden ser inexistentes, inexactas o incluso equivocas. Es decir, la memoria es altamente manipulable. En la actualización del recuerdo está la clave.

Y para no ser demasiado arcano en la descripción me voy al ejemplo. Me lo dio el otro día el señor Bono en un programa de televisión, no el cantante irlandés, sino el barón socialista que fue ministro de Defensa. La cuestión radicaba en si los detenidos por la trifulca de Altsasu deberían ser juzgados por un tribunal ordinario en Iruñea o, por contra, por razón de terrorismo en Madrid, en sede de tribunal de excepción, la Audiencia Nacional. Bono llevó su respuesta al terreno del recuerdo. La Guardia Civil, agredida personalmente y como institución en Altsasu, es un cuerpo democrático, él lo avala, del que alguna minoría tiene una imagen ajada, de un pasado muy lejano. A Bono le consta que la Guardia Civil es un cuerpo inmaculado. Ya no recuerda si alguna vez tuvo mala fama, es probable. El que piense lo contrario no es demócrata, es un revanchista que sólo busca venganza.

Tendencia similar y paralela intentan trasladar a la sociedad civil y vasca con relación al arrope a las llamadas victimas del terrorismo. Parece como si las mismas no hubieran tenido jamás visivilidad, hubieran sido casi mancilladas históricamente por el conjunto del pueblo vasco que debería hacer un ejercicio colectivo de introspección y pedir perdón. Perdón por no haber asistido a homenajes en los que se vitoreaba a Franco, a Hitler, se golpeaba a diestro y siniestro incluso por ser socialista (del PSOE) y los gritos de rigor eran los de “Arriba España” o “Viva España”.

Este recuerdo incitado, en este par de ejemplos, tiene como objetivo transformar la memoria y crear una nueva en la que las que entonces eran llamadas “fuerzas de ocupación” sean consideradas como “fuerzas de seguridad”, en las que el pueblo vasco sea tachado de cobarde y pusilánime por no seguir las entonces recetas unitarias españolas. Recordemos las recetas: negación del sujeto vasco, tortura sistémica, grupos paramilitares a sus anchas, impunidad total para los unionistas, apagón económico, narcotráfico dirigido… una lista interminable.

Concluye un ciclo político, que no el conflicto, y la naturaleza del que se abre necesita de un nuevo relato. Por eso los hackers de la memoria están haciendo de las suyas, completando esas mentiras tantas veces repetidas que se han asentado en el inconsciente colectivo como si se tratara de verdades irrefutables. Y por lo que asistimos en estos meses, creando nuevos relatos para resetear la memoria de los mayores, los que hemos sido protagonistas, actores o espectadores, en las últimas décadas, o formando la de los más jóvenes.

Estos hackers se han colocado ya en sus trincheras y avivan con sus letras, con sus experimentos de laboratorio, todo el escenario. Del pasado más lejano pocas noticias. Que la generación que no conoció la guerra y creó ETA estaba desarraigada, que eran unos inadaptados, que el franquismo de entonces ya era más “abierto”, que a Pertur y Naparra le hicieron desaparecer los suyos, que alguna oveja negra se descarrió y torturó a Amparo Arangoa o a Tasio Erkizia. Mentiras convertidas en relatos asentados.

Los hackers del presente, en cambio, introducen elementos singulares. El del manual de la tortura, el de la manía que tiene la izquierda abertzale a la Ertzaintza imputándole todo tipo de nimiedades, los casi 400 atentados sin esclarecer, el desapego patológico del pueblo vasco a las fuerzas policiales, a la mezcla del rojo y el amarillo, a la marcha real española convertida en himno, a las banderillas de los toreros castizos. Los hackers son como esos agentes que defienden porque sus manipulaciones tienen efectos en la vida política diaria, incluso en la justicia.

Y lo señalo con conocimiento de causa. En cierta ocasión, en el juicio que se siguió contra Jarrai-Haika en la Audiencia Nacional, en 2005, al que asistí como perito, tuve que hacer frente a varias preguntas sorprendentes. Entre ellas que la palabra, el concepto “Euskal Herria” era una invención de ETA.

Al igual que el mapa nacional vasco con los siete territorios. Y para demostrar que no era el Biltzar Ttipia el autor de semejante invención, me tuve que trasladar hacia tiempos que Bono señalaría muy lejanos, irrelevantes. Los del prusiano von Rahden que en 1851, 110 años antes que surgiera ETA, ya había marcado los límites geográficos de la nación vasca.

Son tiempos de hackers. Hackers con nombres y apellidos, no solo en centros de inteligencia, sino también en memoriales, en sedes partidarias, en direcciones de la llamada paz y convivencia. Hackers de la memoria que no dudan en resetearse a sí mismos para justificar sueldos, ideologías y hegemonías que las quieren eternas.





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