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domingo, 3 de diciembre de 2017

Rusia es la ETA Cibernética

Parece guión de la secuela para la película "Rojo Amanecer" estelarizada por Patrick Swayze allá en 1984, pero ahora la amenaza para la democracia y la libertad de Occidente ya no es la URSS sino su versión milenial: la Rusia de Vladimir Putin.

Y claro, si el asunto del supuesto involucramiento de Moscú en el más reciente proceso de selección de ocupante de la Casa Blanca ha tenido tanto recorrido en los Estados Unidos, ¿por qué no se iban a colgar del furgón de cola los empleadillos de Don Felipe Borbón?

Hilarante, pero también preocupante.

Les presentamos este reportaje al respecto dado a conocer por Público:


La supuesta injerencia rusa en Catalunya, de la que no se ofrecen pruebas, se trata de la última maniobra de los grupos de poder para autoafirmarse como únicos intérpretes de realidad. El antídoto anti-injerencia amenaza con ser liberticida.

Carlos del Castillo

"Ganamos la Guerra Fría pero estamos perdiendo la guerra digital (con Rusia)". Se trata de una reflexión de Hillary Clinton expresada en una entrevista con el diario francés Le Monde el pasado mes de septiembre. La ex secretaria de Estado estadounidense, perdedora en la carrera presidencial de 2016 ante el magnate republicano Donald Trump, considera a Rusia como la causante de su fracaso.

Sus declaraciones llaman poderosamente la atención si se tiene en cuenta que el Internet de 2017 no se entiende sin la posición de Estados Unidos como única y absoluta superpotencia digital. Estadounidense es prácticamente toda la infraestructura física que enlaza la red de redes, desde los descomunales cables de fibra óptica que atraviesan todos los océanos, pasando por el sistema de satélites, hasta llegar a las bases de datos (en suelo estadounidense y, por tanto, bajo legislación estadounidense); así como el esqueleto virtual que soporta la actividad de casi la totalidad de los usuarios, como los principales sistema operativos (Windows e iOS) las redes sociales mayoritarias (Facebook, Twitter e Instagram), el mayor distribuidor de productos (Amazon), los principales publicadores de blogs (Wordpress y Blogspot) o los intermediarios para el pago digital (Visa, Mastercard, American Express o Paypal). Por no hablar del todopoderoso Google.

Cada parte de nuestra vida diaria que pasa a gestionarse en el terreno virtual tiene a una empresa estadounidense espoleando su digitalización, financiada por fondos de inversión que capitalizan el poder virtual de Silicon Valley, traduciéndolo a poder real. Y si no, que pregunten a los taxistas por Uber.

Escapar del imperialismo estadounidense en la red no es fácil y requiere esfuerzo. El resultado es que la inmensa mayoría de los usuarios dependen de las herramientas estadounidenses para navegar y, por tanto, es EEUU quien tiene la llave para controlar todos sus movimientos. En "todos" entra el espionaje a presidentes y jefes de estado, de las embajadas y misiones diplomáticas de la ONU y de la UE, de sus instituciones en Bruselas y en sus estados miembros, de las cumbres del G-20, de empresas y objetivos económicos interesantes para multinacionales de EEUU, de periodistas y de millones de ciudadanos, tanto propios (estadounidenses y británicos) como extranjeros, incluidos los españoles. Curiosamente, la persona que ofreció al mundo pruebas de todo ello es considerada ahora un agente ruso por la diplomacia de EEUU.

Ante semejante situación, ¿cómo es posible que un miembro de la alta política mundial como Hillary Clinton afirme que EEUU "está perdiendo la guerra digital"? La candidata por la que apostó el establishment americano no pudo hacer nada para forzar a la ciudadanía a comprar su discurso, aunque los medios tradicionales lo apoyaran sin fisuras. "Mis oponentes han manipulado mis comentarios con la ayuda de los rusos que, en las redes sociales, protestaron contra lo que dije al distorsionar las palabras. No habíamos previsto eso, no estábamos listos", relataba Clinton a los periodistas Le Monde.
Democracia sin filtros

Da igual que los primeros estudios sobre la influencia de los rusos en las elecciones de 2016 sitúen el problema dentro de EEUU, o que los propios expertos de su Departamento de Seguridad Nacional consideren "exagerado" hablar de "ataques rusos" durante el proceso. El fantasma ruso se ha universalizado como factor de "desestabilización de nuestras democracias" (Clinton dixit) a una velocidad equiparable a la de un bit desfilando por las autopistas de fibra óptica del fondo marino. Buen ejemplo de ello es México, donde los grandes medios, en vez de intentar ganar el discurso en las redes, hablan ya de que los rusos están influyendo en las elecciones que se celebrarán en... 2018.

En España no hay generales a la vista pero las grandes cabeceras, con mención especial para El País, abren sus portadas con la supuesta injerencia rusa en Catalunya, provocada por los hackers, los bots y los hasta ahora desconocidos sofpapers. También han renunciado a intentar ganar el discurso ante una ciudadanía catalana descreída ante la información que transmiten los medios tradicionales, criticados habitualmente en las consignas de las manifestaciones independentistas. No es que la influencia de esos medios haya desaparecido a raíz de una pérdida progresiva de la confianza de la ciudadanía. No. Han sido los hackers rusos.

Con un argumentario así no extraña que la ministra de Defensa tuviera tantas ganas de encontrar alguna prueba que le permitiera sostener la teoría de la conspiración, hasta el punto de creerse que Letonia estaba dispuesta a trasladar tropas a Catalunya de inmediato.

"Hasta hace muy poco podíamos definir con los dedos de una mano los actores que decidían lo que era noticia en España, lo que era realidad y lo que no. Eso se ha acabado, y es lo que tiene a los grandes medios y a los principales grupos de poder muy nerviosos", expresa Stéphane M. Grueso, activista y documentalista.

Grueso sigue la actuación de los medios de comunicación desde el 15-M. Rodó el documental "15M: Excelente. Revulsivo. Importante" sobre el movimiento de los indignados ante la necesidad de contar una historia que se estaba ocultando en la prensa impresa. Fue uno de los proyectos bajo el paraguas de 15Mcc, que aspiraba a "facilitar el mayor número posible de narraciones" sobre lo que ocurrió en las plazas. Se grabaron decenas de entrevistas con quincemayistas que ponían cara a las muchas corrientes de protesta que desembocaron en Sol, que pueden verse íntegras aquí. Por si hacía falta mencionarlo, ninguno de ellos es ruso.

"Una cosa que vimos el 15-M, gracias a la revolución tecnológica y al Internet móvil, es que mucha gente era capaz de contar su propio relato, ya fuera mediante redes sociales u otro tipo de publicaciones. Tú eras capaz de contar tu realidad y empezar a competir con los grandes medios", expone. "Teorías como la de los hackers rusos vienen del miedo a haber perdido el monopolio de la verdad", opina Grueso, que recuerda: "Lo de las fake news lo han hecho los medios tradicionales desde siempre".

Grueso coincide en este punto con la especialista en ciberguerra Yolanda Quintana. Para ella, intentar implantar en la ciudadanía la idea de que Rusia ha hackeado el procés enmascara "campañas interesadas que buscan imponer una determinada narrativa". Quintana recuerda en la era de la información, la desinformación se transforma en un arma que todos los grupos de poder usan.

¿Cómo defendernos ante la desinformación y esas campañas interesadas? "Para empezar, podemos esforzamos por comprender cómo funcionan estas campañas de intoxicación para no seguir alimentándolas incluso cuando pensamos que las estamos combatiendo; debemos exigir datos verificables y total transparencia sobre el alcance de estas operaciones en caso de que realmente se hayan producido; y sobre todo, tenemos que vigilar de cerca las “soluciones” que se están tomando o se vayan a tomar, porque todo apunta a que van a terminar afectando a nuestras libertades. Adivinen quién gana siempre", remarca en Ctxt Quintana, miembro de la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información.
La conspiración, estrategia habitual del Régimen del 78

Hasta ahora hemos visto muy pocas pruebas, ninguna concluyente, de la supuesta injerencia. Mira Milosevich, la experta del Real Instituto Elcano y de la Fundación FAES que el PSOE llamó al Congreso para explicar las tácticas rusas solo fue capaz de aportar una "hipótesis" sobre por qué "Rusia está en una guerra informativa con España". Pese a repitió ante los diputados que no tiene ninguna prueba de ello, PSOE, PP y C's aplaudieron su teoría. El único grupo que se quejó, Unidos Podemos, fue acusado por Milosevich de estar financiado por el Kremlin. También sin pruebas y admitiendo que "será difícil obtenerlas", eso sí.

Los tres grupos se mostraron partidarios de dificultar el acceso de la ciudadanía a los medios públicos rusos, estrategia de control informativo en la que ha profundizado Cospedal este viernes, adelantando que propondrá crear un grupo de trabajo formado por diputados y directores de medios de comunicación para interceptar noticias falsas: "La prensa es la artillería de la libertad", ha dicho. ¿Lo integrarán los responsables de difundir teorías de la conspiración?

El País tampoco ha sido capaz de ofrecer pruebas más allá de la existencia de bots que comparten contenidos de medios públicos rusos. Cabe destacar que intentar demostrar el efecto de los bots (un software que en redes sociales puede usarse para crear cuentas falsas que repliquen contenidos o den una ficticia imagen de apoyo) en una determinada dirección, olvidando mencionar que han sido muchos los políticos y partidos acusados de usarlos, también es desinformación. Hay sobradas pruebas de que el PP ha utilizado bots para aumentar su impacto en redes (puedes leer sobre ello aquí, aquí o aquí), lo mismo que el PSOE (sus primarias, una verdadera batalla de bots) y Ciudadanos (en una misteriosa alianza con agentes de policía bots, aunque son reincidentes). Vamos, que Twitter ha tenido que cerrar cuentas bot hasta de la Casa Real. ¿Y Podemos? Lo cierto es que es el partido donde las pruebas son menos concluyentes, aunque también hay.

La triste realidad es que el debate público en la red se ha convertido en un producto más del capitalismo y hay muchas empresas que están explotándolo. Como explica Marta Peirano en eldiario.es, "hay ejércitos de bots tuiteando sobre Catalunya, y sobre muchas otras noticias políticas en muchos países. No porque trabajen para Putin, sino porque el nuevo mercado del marketing digital ha contaminado el debate político, ha intoxicado a los medios y está a punto de romper Internet". Algunas de ellas están en Rusia, pero otras no: "La red global que apoyó a Trump e impulsó el Brexit se llama Cambridge Analytica y no es rusa", apunta la periodista.

Víctor Sampedro es catedrático de Opinión Pública en la Universidad Rey Juan Carlos. Ha analizado las irrupciones de teorías de la conspiración alimentadas por grupos interesados de medios de comunicación. Para él, la de los hackers rusos sigue un patrón conocido: "Tras el 11-M José María Aznar se defendió con la conspiración ETA-Zapatero-Marruecos-Francia... la conspiración del Pásalo. Ahora, Rajoy presenta el problema en Catalunya como una conspiración de Putin y Julian Assange. La misma táctica: ante las dos crisis de gobernabilidad más fuertes de nuestra historia reciente, fake news y una teoría de la conspiración para no rendir cuentas ni responsabilidades".

"Lo trágico del asunto, visto en perspectiva, es que los conspiradores en el año 2004 eran Jimenez Losantos, la ultraderecha y los neoconservadores de El Mundo. Ahora los conspiradores son los responsables editoriales de El País, con la inestimable ayuda del grupo parlamentario del PSOE que vuelve a imputar un problema cuyas bases son profundamente estatales a enemigos ajenos, esta vez a uno todavía más clásico, el anticomunismo", continúa el catedrático, que señala algunas de las incongruencias de la teoría: "Un Gobierno que es capaz de desmantelar Internet para que no sirva ni para el voto electrónico ni para la consulta del censo electoral del 1-O, sin embargo dice que sus redes han sido colonizadas e invadidas por las tropas rusas. Carece de sentido".

¿La razón última de todo esto? "Desligitimar cualquier aval de la realidad, ya sea real o virtual, y ser ellos los que determinan qué son fake news y qué no cuando hay un flujo de información contrario a sus intereses", denuncia Sampedro.






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