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viernes, 4 de mayo de 2018

Marx y el Pensamiento Revolucionario

En vísperas del Bicentenario del Natalicio de Karl Marx, traemos a ustedes este texto de Alan Woods dado a conocer en la página de La Izquierda Socialista:


Alan Woods

Hace doscientos años, el 5 de mayo de 1818, en la ciudad alemana de Tréveris, nació una de las más grandes figuras de la historia de la humanidad. Doscientos años más tarde, a pesar de todos los furiosos ataques, las distorsiones maliciosas y los rencorosos intentos de socavar su imagen como hombre y pensador, Karl Marx ha consolidado su lugar en la historia como un destacado genio en el ámbito de la teoría.

Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diferentes maneras. De lo que se trata, sin embargo, es de transformarlo. (K. Marx, Tesis sobre Feuerbach)

Tanto si se está de acuerdo o en desacuerdo con él, no hay duda de que Karl Marx llevó a cabo una grandiosa revolución en el pensamiento humano y que cambió por completo el curso de la historia. De hecho, pertenece al gran panteón de pensadores destacados. Su nombre puede estar junto al de los grandes héroes del pasado: Heráclito y Aristóteles, Hegel y Charles Darwin.

Los descubrimientos de Marx en el campo de la filosofía, la historia y la economía política pueden considerarse un monumento colosal por derecho propio. Incluso si el trabajo de su vida hubiese comenzado y terminado con el primer volumen de El Capital, ya hubiese sido en sí mismo un logro lo suficientemente grande. Pero Marx no sólo fue un pensador; fue un hombre de acción, un revolucionario que dedicó por entero su vida a la lucha por la causa de la clase obrera y del socialismo.Una vida tan rica y variada no puede ser descrita adecuadamente en unas pocas líneas. Sin embargo, con motivo del bicentenario de Marx, se hace necesario aportar un boceto conciso, e inevitablemente incompleto, de su vida.

La vida de Marx

Marx nació hace 200 años en Alemania, en lo que entonces era parte de Prusia. Sin embargo, las provincias de Renania a la que la ciudad de Tréveris pertenecía, diferían en muchos aspectos de las atrasadas, semifeudales y reaccionarias tierras prusianas más al este.

Anexionadas por Francia en las Guerras Napoleónicas, sus habitantes habían sido expuestos a nuevas ideas como la libertad de prensa, el derecho constitucional y la tolerancia religiosa. Aunque Renania fue reincorporada a la Prusia imperial en el Congreso de Viena tres años antes del nacimiento de Marx, la huella de aquellos años dejó su marca en el pensamiento progresista de la mayoría de las capas más liberales de la sociedad.

Karl Heinrich fue uno de los nueve hijos de la familia de Heinrich y Henrietta Marx. El padre de Marx era un abogado con una relativa actitud progresista, que leía a Kant y a Voltaire, y abogaba por la reforma del Estado prusiano. La vida familiar era razonablemente próspera. Marx nunca padeció pobreza o privación durante su niñez, ni en los primeros años de su juventud, aunque sí las sufrió en gran medida durante su vida posterior.

Sus padres eran judíos, pero en 1816 a la edad de 35 años, el padre de Karl se convirtió al cristianismo, probablemente como respuesta a la ley de 1815 que prohibía a los judíos el acceso a la alta sociedad. Es significativo que aunque la mayoría de la gente en Tréveris era católica romana, eligió las creencias luteranas, ya que él “equiparaba el protestantismo con la libertad intelectual”. Sin embargo, Heinrich Marx estuvo muy lejos de ser un revolucionario y sin duda se hubiera horrorizado si hubiera tenido conocimiento de la futura trayectoria de su amado hijo Karl.

Al dejar la escuela, Marx se fue a la universidad, donde estudió derecho, y más tarde historia y filosofía. Mientras estudiaba en Berlín, cayó bajo la influencia del gran filósofo Hegel. Vio que, debajo de la corteza superficial de idealismo, la dialéctica de Hegel tenía las más profundas implicaciones revolucionarias. Esta filosofía dialéctica debía formar la base de todo su posterior desarrollo ideológico.

Marx se unió a la tendencia conocida como ‘hegelianos de izquierda’, que sacó conclusiones radicales y ateas de la filosofía hegeliana. Sin embargo, pronto se sintió descontento con el interminable desguace de palabras y malabarismo dialéctico de estos académicos radicales que pronto degeneraron en una mera sociedad de debate. Marx quedó muy impresionado con las ideas de Ludwig Feuerbach, quien, a partir de una crítica a la religión, se movió en la dirección del materialismo. Pero criticó a Feuerbach por su rechazo radical de la dialéctica hegeliana. Marx logró combinar de manera brillante el materialismo filosófico con la dialéctica para producir una filosofía completamente diferente y revolucionaria.

Armado con estas ideas revolucionarias, el joven Marx colaboró con un grupo de hegelianos de izquierda en Renania que había fundado un periódico radical, la Rheinische Zeitung, Gaceta Renana. Como editor del periódico, Marx escribió varios artículos revolucionarios brillantes. El periódico fue un éxito instantáneo, pero pronto atrajo la atención de las autoridades prusianas que lo sometieron a una censura estricta. Sin embargo, el joven Marx, con ingenio brillante, logró evadir el círculo de hierro de los censores. Al final, no tuvieron más remedio que cerrarlo.

En 1836, mientras se volvía más activo políticamente, Marx se comprometió secretamente con Jenny von Westphalen, una hermosa joven de una familia aristocrática que era conocida como la “chica más bella de Tréveris”. Ella era cuatro años mayor que él y de una clase decididamente más alta. Pero ella y Marx habían sido novios desde la infancia y todo lo que sabemos es que se dedicaron totalmente el uno al otro.

El padre de Jenny, el barón Ludwig von Westphalen, alto funcionario del Real Gobierno Prusiano Provincial, era un hombre de linaje doblemente aristocrático: su padre había sido jefe del Estado Mayor durante la Guerra de los Siete Años y su madre escocesa, Anne Wishart, descendía de los condes de Argyll. Por lo tanto, no es de extrañar que mantuvieran su relación en silencio durante tanto tiempo. Tres meses después del cierre de la Rheinische Zeitung, en junio de 1843, se casó finalmente con Jenny von Westphalen, y en octubre se mudaron a París.

Creo que no se le ha prestado suficiente atención a esta notable mujer, que hizo sacrificios colosales para apoyar a su esposo en su trabajo revolucionario. Ella debió sufrir mucho al separarse de su familia, viajar de un país a otro, compartir todas las privaciones de Marx y vivir en las condiciones más difíciles. Ella vio a sus hijos sufrir dificultades, enfermar y morir. Cuando su hijo Edgar murió en Londres, ella y Marx ni siquiera tenían dinero suficiente para pagar el ataúd.

El hermano mayor de Jenny, Ferdinand, más tarde se convirtió en un Ministro del Interior celosamente opresivo en el gobierno prusiano entre 1850 y 1858, es decir durante el apogeo de la reacción europea. Nos enfrentamos así a la paradoja de un hombre comprometido en la obra revolucionaria para subvertir al Estado prusiano desde su exilio londinense, mientras que su cuñado en Berlín estaba a cargo de perseguir a los revolucionarios dentro y fuera de las fronteras de Prusia ¡La historia no conoce situación más irónica que ésta!
En París

En el otoño de 1843, Marx se mudó a París para publicar un periódico radical en el extranjero, junto con Arnold Ruge. En la atmósfera caldeada de París en ese momento, Marx pronto entró en contacto con grupos organizados de trabajadores alemanes emigrados y con varias sectas de socialistas franceses. En este momento, los vientos de la revolución soplaban con fuerza en toda Europa, especialmente en París. No fue la primera vez, ni la última, que París era el corazón político de Europa.

Sin embargo, sólo se publicó un número de esta revista, Deutsch-Französische Jahrbücher, los Anales Franco-Alemanes. La publicación fue interrumpida debido principalmente a la dificultad de distribuirla secretamente en Alemania, y a las diferencias filosóficas entre Marx y Ruge. Marx comenzó entonces a escribir para otro periódico radical, Vorwärts! (¡Adelante!), que estaba vinculado a una organización que más tarde se convertiría en la Liga Comunista.

Por esta época comenzó una de las colaboraciones más extraordinarias de la historia. En septiembre de 1844, un joven llamado Friedrich Engels vino a París por unos días para trabajar como colaborador de la revista. A partir de ese momento, se convirtió en el mejor amigo y colaborador de Marx. Hoy los nombres Marx y Engels son tan completamente inseparables que casi se fusionan en una sola persona.

Durante su tiempo en París, desde octubre de 1843 hasta enero de 1845, Marx vivió en el número 38 de la Rue Vanneau en París. Aquí, Marx participó en un estudio intensivo de la economía política, devorando las obras de Adam Smith, David Ricardo, James Stuart Mill, e incluso de los socialistas utópicos franceses Saint-Simon y Fourier. Contemplamos, pues, el embrión de sus futuros descubrimientos en el campo de la economía.
Bruselas

Las actividades revolucionarias de Marx pronto atrajeron la atención de las autoridades de Berlín. El gobierno prusiano exigió que las autoridades francesas actuaran, lo que a estos últimos les agradó mucho. Expulsado de París a fines de 1844, Marx se mudó a Bruselas, donde se unió a la sociedad de propaganda secreta, la Liga Comunista. A pesar de su traslado, Marx todavía tenía restricciones severas en su actividad. Se había comprometido a no publicar nada sobre asuntos de política contemporánea.

Marx y Engels formaron inmediatamente una estrecha relación en la que los dos hombres reunieron diferentes experiencias y temperamentos para elaborar un conjunto de ideas completamente nuevo y original. Como hijo de un rico fabricante alemán, Engels pudo combinar sus experiencias concretas en la producción capitalista con el trabajo pionero de Marx en el campo de la filosofía. Engels le mostró a Marx su libro recientemente publicado, La situación de la clase obrera en Inglaterra. Ya había llegado a la conclusión de que la clase obrera sería el agente más importante del cambio social.

También fue Engels quien comenzó primero a elaborar los principios fundamentales que luego se llevarían a buen término en los tres volúmenes de El Capital de Marx. Pero con la modestia que lo caracterizaba, siempre aceptó la primacía de Marx en el campo de la ideología, reservándose para sí el papel de discípulo humilde y leal, aunque, de hecho, su contribución a la teoría marxista debe estar hombro con hombro con la del propio Marx.

En abril de 1845, Engels se mudó de Alemania a Bruselas para unirse a Marx. Juntos, los dos comenzaron a escribir una crítica a la filosofía de Bruno Bauer, un joven hegeliano con quien Marx había estado antes en relaciones cercanas. El resultado de la primera colaboración de Marx y Engels, La Sagrada Familia, se publicó en 1845. Marcó el comienzo de una ruptura con la tendencia hegeliana de izquierda y el punto de partida para una divergencia completamente nueva.

En 1846, Marx y Engels escribieron La ideología alemana, en la que desde el principio desarrollaron la teoría del materialismo histórico. Esto marcó la ruptura final e irrevocable con los Jóvenes Hegelianos. Marx finalmente abrazó la idea del socialismo como la única solución a los problemas de la humanidad. Lamentablemente, ningún editor estuvo dispuesto a correr el riesgo de publicar La ideología alemana, que, junto con las Tesis sobre Feuerbach, no vieron la luz hasta después de la muerte de Marx.

Marx y Engels emprendieron juntos una lucha implacable contra las ideas confusas del socialismo pequeño-burgués, esforzándose por poner las ideas del socialismo sobre una base científica. En París, en ese momento, las ideas semianarquistas de Proudhon estaban en boga entre algunos grupos revolucionarios. Marx las sometió a una crítica fulminante en 1847 en Miseria de la Filosofía, respaldada por hechos y citas sustanciales de los escritos del propio Proudhon.

A principios de 1846, Marx intentó vincular a los socialistas de toda Europa por medio de un Comité de Correspondencia Comunista. Había estado en contacto con una organización secreta de artesanos de París y Frankfurt llamada “La Liga de los Justos”. Era un grupo pequeño (alrededor de un centenar en París y ochenta en Frankfurt) con ideas muy confusas. Marx los persuadió a abandonar sus métodos clandestinos y operar abiertamente como un partido político de trabajadores. Finalmente, este partido se fusionó con otros para formar la Liga Comunista.

En el Segundo Congreso de la Liga Comunista, celebrado en Londres en noviembre de 1847, Marx y Engels fueron los encargados de elaborar un documento que se dio a conocer como El Manifiesto Comunista. Este documento, el cual marcó una época, fue publicado en 1848.
El Manifiesto Comunista y la Neue Rheinische Zeitung

Hoy parece asombroso que El Manifiesto Comunista fuera escrito cuando Marx y Engels todavía eran jóvenes; Marx aún no tenía 30 años y Engels tres años menos. Sin embargo, este notable documento representa un punto de inflexión en la historia. Es tan fresco y relevante ahora como cuando vio la luz por primera vez. De hecho, su relevancia es aún mayor hoy.

El momento de la publicación de este documento difícilmente podría haber sido mejor. La tinta apenas estaba seca en sus páginas cuando estalló una poderosa ola de revoluciones en toda Europa. La Revolución de Febrero en Francia derrocó a la monarquía de Orleans y condujo a la creación de la Segunda República.

Se da la anécdota de que, habiendo recibido recientemente una herencia sustancial de su padre (retenida por su tío), Marx utilizó una gran parte de ella para comprar armas para los trabajadores belgas que se movían hacia la acción revolucionaria. Si la historia es verdadera o falsa, no lo sabemos, pero el Ministerio de Justicia belga ciertamente la creyó. La usaron como una excusa para arrestarlo.

Marx se vio obligado a huir de regreso a Francia, donde creía que estaría a salvo bajo el nuevo gobierno republicano. Pero esa fue una vana esperanza. Los republicanos burgueses franceses estaban aterrados de los obreros, que comenzaban a avanzar en sus demandas de clase independientes que amenazaban la propiedad privada. En estas circunstancias, lo último que la burguesía francesa necesitaba era la presencia en París de un hombre como Marx.

Marx estaba convencido de que, después de Francia, Alemania estaba en vísperas de una revolución. Se mudó a Colonia, donde fundó un nuevo periódico, la Neue Rheinische Zeitung, Nueva Gaceta Renana, que comenzó a publicarse el 1 de junio de 1848. El periódico presentó una línea democrática radical extrema contra la autocracia prusiana y Marx dedicó sus principales energías a su dirección editorial (la Liga Comunista había sido prácticamente disuelta). Continuó en este puesto desde junio de 1848 hasta el 19 de mayo de 1849, cuando el periódico fue suprimido.

La Neue Rheinische Zeitung fue un modelo de periodismo revolucionario y jugó un papel activo en los acontecimientos revolucionarios de 1848-49. Pero la victoria de la contrarrevolución puso fin a esta actividad. Marx fue llevado a juicio por su actividad revolucionaria. Fue absuelto el 9 de febrero de 1849, pero fue expulsado posteriormente de Alemania el 16 de mayo de 1849.

Marx volvió a París. Sin embargo, fue desterrado de Francia después de la manifestación del 13 de junio de 1849. Como Prusia se negó a darle un pasaporte, Marx era ahora un exiliado apátrida y sin dinero. Se trasladó a Londres, que en aquellos días era más tolerante y acogedor con los exiliados políticos de lo que es hoy. Aunque Gran Bretaña también le negó la ciudadanía, permaneció en Londres hasta su muerte. En mayo de 1849 comenzó la “larga e insomne noche de exilio” que duraría el resto de su vida.
Londres

Al llegar a Londres, Marx se mantuvo igual de optimista sobre la inminencia de un nuevo brote revolucionario en Europa. Escribió dos extensos folletos sobre la revolución de 1848 en Francia y sus consecuencias: La lucha de clases en Francia y El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Concluyó que “una nueva revolución es posible sólo como consecuencia de una nueva crisis” y luego se dedicó al estudio de la economía política para determinar las causas y la naturaleza de la crisis capitalista.

Durante la mayor parte del tiempo que pasó en Londres, Marx y su familia vivieron en condiciones de extrema pobreza. Encontró trabajo como corresponsal para el New York Daily Tribune, una colaboración que duró diez años desde 1852 hasta 1862. Sin embargo, Marx nunca pudo ganar un salario digno con su trabajo periodístico. Durante la primera mitad de la década de 1850, la familia Marx vivió en condiciones miserables en un departamento de tres habitaciones en el barrio del Soho de Londres. Marx y Jenny ya tenían cuatro hijos y dos más venían en camino. De éstos, sólo tres sobrevivieron.

“Bienaventurado el que no tiene familia”, escribió Karl Marx con desidia en una carta a Friedrich Engels en junio de 1854. Tenía treinta y seis años y hacía tiempo que había perdido todo contacto con sus parientes. Su padre había muerto y las relaciones con su madre eran malas. Sólo a través de la generosidad desinteresada de su amigo Friedrich Engels, Marx y su familia pudieron sobrevivir.

La familia Marx tuvo siete hijos, cuatro de los cuales murieron en la infancia o la niñez. A pesar de todas las dificultades, fueron una familia feliz. Marx amaba profundamente a sus hijas, quienes, a su vez, lo adoraban. En sus momentos libres por las tardes jugaba con ellas y leía a los clásicos. Don Quijote fue uno de sus favoritos, pero también interpretaban obras de Shakespeare, con Marx y sus hijas leyendo diferentes partes. “Era un narrador único, incomparable”, recuerda su hija Eleanor.

De las tres hijas supervivientes, Jenny, Laura y Eleanor, dos de ellas contrajeron matrimonio con hombres franceses. Uno de estos hombres, Paul Lafargue, jugó un papel activo en el movimiento marxista y ayudó a establecer el partido socialista en España. Eleanor Marx estuvo activa en el movimiento obrero británico como organizadora sindical combativa. El trabajo de Marx no se limitó sólo a la teoría. Todo el tiempo que estuvo en Londres jugó un papel muy activo en la promoción y el desarrollo del movimiento obrero internacional. Marx ayudó a fundar la Sociedad Educativa de los Trabajadores Alemanes, así como una nueva sede para la Liga Comunista. Pero estaba cada vez más frustrado y alienado por las interminables disputas sectarias de los emigrados y finalmente rompió todas las relaciones con ellos, mientras que siempre mantuvo contacto cercano con los miembros activos del movimiento obrero británico.

Un giro decisivo en la situación ocurrió en 1864. El 28 de septiembre se fundó la Asociación Internacional de los Trabajadores, conocida por nosotros como la Primera Internacional. Desde el principio, Marx fue el corazón y el alma de esta organización, el autor de su primera alocución y de una serie de resoluciones, declaraciones y manifiestos. Durante los años siguientes, gran parte de su tiempo estuvo dedicado a mantener el trabajo de la Internacional. Junto con Engels mantuvo una vasta correspondencia con trabajadores avanzados y copensadores de muchos países, incluida Rusia.

Marx se vio obligado a continuar una lucha implacable contra todo tipo de desviaciones pequeño burguesas dentro de las filas de la Internacional: el socialismo utópico de Proudhon, el nacionalismo burgués del italiano Mazzini, el oportunismo de los dirigentes sindicales reformistas británicos y, sobre todo, las intrigas del anarquista Bakunin y de sus seguidores.

Al final, Marx logró vencer en la lucha ideológica, pero las condiciones en que se estaban formando las fuerzas jóvenes de la Internacional se volvieron en una dirección desfavorable. La derrota de la Comuna de París fue el golpe de gracia final.

Dada la situación desfavorable en Europa, Marx propuso la transferencia de la sede del Consejo General de Londres a Nueva York en 1872 con la esperanza de que la lucha de clases en desarrollo en el Nuevo Mundo brindara a la Internacional nuevas oportunidades. Pero nada podría evitar su declive. El logro más importante de la Primera Internacional fue que proporcionó una firme base ideológica para los acontecimientos futuros. Pero como organización dejó virtualmente de existir.

La salud de Marx se vio socavada por el agotador trabajo en la Internacional y sus estudios y escritos teóricos aún más extenuantes. Continuó trabajando incansablemente en la cuestión de la economía política y en la finalización de El Capital, para lo cual reunió una gran cantidad de material nuevo y estudió varios idiomas, incluido el ruso.
Muerte

Marx nunca cuidó de su propia salud. Su amor por las comidas fuertemente condimentadas y por el vino, junto con el consumo excesivo de cigarros, bien pudo haber contribuido al deterioro de su salud, que fue fatalmente socavada por años de pobreza. En los últimos doce años de su vida, sus enfermedades recurrentes ya no le permitían realizar ningún trabajo intelectual de forma continua.

A pesar de los ataques cada vez más intensos a su mala salud, Marx se lanzó a un estudio monumental de las leyes y de la historia del capitalismo, desarrollando una teoría económica completamente nueva. En preparación para la redacción de El Capital, leyó todos los trabajos disponibles sobre teoría y práctica económica y financiera. Basta leer las extensas notas a pie de página de este gran libro para comprender la asombrosa cantidad de investigación minuciosa que dedicó a su elaboración.

En 1867, publicó el primer volumen de El Capital. Pasó el resto de su vida escribiendo y revisando manuscritos para los volúmenes restantes, que permanecieron incompletos en el momento de su muerte. Los dos volúmenes restantes fueron minuciosamente ensamblados, editados y publicados póstumamente por Engels.

El golpe final a la salud de Marx fue la muerte de Jenny von Westphalen, quien falleció a causa del cáncer el 2 de diciembre de 1881, a la edad de sesenta y siete años. Junto con la muerte de su hija mayor, esta fue una cruel tragedia personal de la que Marx nunca se recuperó. Nubló los últimos años de su vida.

Karl Marx murió de pleuresía en Londres el 14 de marzo de 1883, falleció plácidamente en su sillón. Fue enterrado junto a su esposa en el Cementerio de Highgate en Londres. Cuando murió, se encontró una fotografía de daguerrotipo de su padre en el bolsillo del pecho. Fue colocado en su ataúd y enterrado en el cementerio de Highgate. Su tumba original sólo tenía una piedra modesta, ahora tristemente destrozada e ignorada en gran parte por los visitantes que se congregan en el gigantesco monumento erigido en noviembre de 1954, cuando Marx y su familia fueron enterrados en un nuevo sitio no lejos del anterior.

La nueva tumba, presentada el 14 de marzo de 1956, lleva la inscripción: “¡Proletarios de todos los países, uníos!” Y las célebres palabras de las Tesis sobre Feuerbach: “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diferentes maneras; de lo que se trata, sin embargo, es de transformarlo”.

Pero el verdadero monumento a Marx no está en el cementerio de Highgate. No está hecho de piedra ni de bronce, sino de un material mucho más fuerte y duradero: las ideas inmortales contenidas en los más de cincuenta volúmenes de sus Obras Completas. Ese es el único monumento que Marx hubiera deseado alguna vez. Es la piedra angular del movimiento obrero mundial y la garantía de su futura victoria.






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